Nacional vuelve a abrir las puertas de su sede para despedir a uno de los suyos. Tras una arritmia que le provocó un infarto en el partido contra São Paulo por la Copa Libertadores, el último boletín oficial del Hospital Israelita Albert Einstein informó el fallecimiento del zaguero tricolor el martes 27 de agosto a las 21:38, provocado por muerte encefálica.
Juan Izquierdo se fue luego de pasar cinco días hospitalizado. Cómo él, en el pasado también se fueron el “Oreja” Diego Rodríguez, el “Morro” Santiago García y José Fuentes, entre tantos otros tricolores que hoy ya no están y dejaron un vacío enorme en la institución de La Blanqueada.
La mañana del jueves 29 de agosto comenzó más temprano de lo habitual porque ya desde el miércoles, cuando se dio a conocer que el velatorio de Izquierdo sería en la sede de 8 de Octubre, cada hincha que sabía que no podría participar del funeral pasó a dejarle la última muestra de cariño al joven futbolista.
8:00 am
Llegar ese día a La Blanqueada era completamente distinto que hace dos jueves, cuando Nacional enfrentó a Sao Paulo por la ida de los octavos de final de la Copa Libertadores.
Tras cruzar Garibaldi era posible caminar por el centro de una avenida 8 de Octubre casi vacía, con poca gente y rostros desanimados. No había lugar para la sonrisa, casi que ni se escuchaban charlas y desde las 8:30 un centenar de personas colocadas sobre la vereda de la sede tricolor miraban fijamente hacia las rejas de la entrada, en las que reposaban cientos de regalos, fotos de Juan, camisetas, cartas y velas.
Las lágrimas se perdían entre abrazos, tanto con la persona que los había acompañado a vivir ese momento como con desconocidos, unidos por lazos forjados en el dolor de lo sucedido.
9:00 am
El silencio inundaba el barrio y los árboles -con pocas hojas pero mucha rama- tapaban el sol que quería iluminar al menos en pequeña cantidad el día gris. Algún rayo rebelde, ya sobre las 9 de la mañana, se animaba a iluminar la sede tricolor y darle un brillo especial a varias de las ofrendas y homenajes que la gente dejó.
Hora de silencio, desazón, en la que varios de los presentes aprovecharon para recorrer de principio a fin la inmensidad de la cuadra, que era más grande que nunca. La gente se detenía en cada carta, en cada foto para besar su propia mano y luego posarla con un toque sutil sobre la imagen con el rostro de Juan.
“Los jugadores no somos robots”, marcó alguna vez Santiago García previo a su suicidio. Así lo entendió también un hincha, cuyo regalo para Juan fue la camiseta oficial de Nacional del año 2016 a la que con un marcador negro le escribió: “Juan, te pido perdón por todas las veces que te insulté y tuve bronca ante un mal partido. A veces se me olvida de que la vida es un instante, que quienes corren tras cada pelota son personas, amigos, primos, tíos, hermanos, hijos o padres”. A su vez, a unos 40 metros, una carta contenía una reflexión similar: “Perdón por putearte mucho en el segundo gol, el dolor es enorme pero también aprendí que aún dándolo todo como lo hiciste vos nos podemos equivocar. Gracias y perdón”.
10:00 am
Cuando estaba programado que dentro de la sede diera comienzo el velatorio con la familia, el plantel y allegados al futbolista, se acercó el primer hincha de Peñarol: un muchacho que apareció vistiendo la camiseta de su club y otra en la mano. Pidió el permiso de todos para “colgar una camiseta del manya” y provocó la primera lluvia de aplausos de las 200 personas presentes en el lugar. Algunos se acercaron a saludarlo y el hincha carbonero expresó que este es “un duelo de todos”. “Siento el duelo del hincha de Nacional”, afirmó.
Se acercaban las 11:00, hora destinada para que los presentes comenzaran a despedir a Izquierdo. Previo a hacer la fila varios se dieron el último recorrido por el altar improvisado que conformaban las rejas. Todos se detenían en ciertos lugares, como si fuera imposible no parar ante la energía que transmitían esos mensajes. Uno de esos puntos, por ejemplo, era dónde estaba la foto que dejó Mateo Antoni, compañero y amigo del zaguero, con su firma y el mensaje “por y para siempre, amigo”. La gente solo miraba, leía y sufría mientras caminaba entre velas, muchas de ellas recién encendidas, otras a punto de consumirse, algunas que se terminaron de apagar con lágrimas y varias ya estaban apagadas desde el día anterior.
A las 10:50 se escuchó un aplauso desde el interior de la sede, que algunos acompañaron desde la fila de afuera. Luego de una espera un poco más larga de la estipulada por la gran cantidad de asistentes, se le permitió el ingreso a la prensa y posteriormente a distintos grupos de hinchas, en principio en tandas de a 20. La seguridad de Nacional les solicitó que “circulen rápido, pasen y salgan” porque “son muchos los que quieren ingresar”.
11:00 am
En el Salón Cristal, sobre el fondo, estaban los restos de Izquierdo que el miércoles 27 de agosto llegaron desde Brasil en la aeronave C-212 de la Fuerza Aérea. Los acompañaba su familia, directivos de Nacional y de todo el fútbol uruguayo, todo el plantel tricolor y futbolistas de otros equipos locales. También estaban ahí ex futbolistas cómo Oscar Morales, Jorge Seré y Sebastián Taborda, quien además era representante de Juan.
Una delegación llegó desde Sao Paulo para compartir el dolor del momento, integrada por el uruguayo Michael Araújo y el argentino Jonathan Calleri, quienes desde que ocurrió el incidente de Izquierdo estuvieron acompañando a la familia y a la gente de Nacional en Brasil. También llegó su capitán, Rafinha, junto a Wellington Rato y Giuliano Galoppo, en un gesto que ningún presente olvidará.
La gente ingresaba con una clara angustia. En algunos la tristeza se les notaba en el rostro, otros la llevaban mejor. Algunos se retiraban secándose la cara, otros directamente no tenían consuelo y salían de la sede en un mar de lágrimas.
12:00 am
Era tanta la cantidad de personas que quería pasar como la desorganización que había en el portón de entrada. Muchos de los presentes respetaban la fila pero otros tantos no, lo que complejizó el trabajo de la seguridad de Nacional. Por ese motivo, apenas pasado el mediodía algunos integrantes de la barra tomaron la posta y comenzaron a organizar a la gente para ayudar a los guardias.
Se pudo abrir un poco más el portón, eso permitió que las tandas se movieran más rápido y que la mayor cantidad de gente tuviera la posibilidad de despedirse. Entre uno de esos pelotones de aproximadamente 40 personas apareció una cara conocida, lo abrigaba una campera y debajo tenía un pantalón de Peñarol; era el histórico utilero del carbonero, el “Negro Tito”. Lo esperaba el mismo recorrido que los hinchas pero dentro de la sede se encontró con otro de los históricos equipiers de nuestro fútbol, el “Toto” Pereyra, que junto a una corona de flores que rezaba “Utileros unidos” le dijo: “pasá, quedate que acá estamos todos juntos”.
Ya cerca de las 13:00, cuando aún restaban miles de personas por ingresar, la voz de Alejandro Balbi comenzó a escucharse por los altoparlantes de la sede y acaparó toda la atención. El presidente de Nacional le agradeció a todos el apoyo a la familia y la institución, luego con voz entrecortada de dirigió a la familia de Juan: habló de la contención entre todos en los “días interminables” que vivieron en Sao Paulo y de lo orgulloso que se tenía que sentir Juan por las personas que dejaba atrás.
A su turno, tomó la palabra el abogado Hernán Navascués y habló sobre la cantidad de veces que tuvo que despedir a personas que tuvieron vidas significativas al servicio del club, pero marcó que nunca “vivió un momento tan doloroso como el de hoy”. Sostuvo que no había palabras de consuelo y repasó las tragedias de Nacional; comenzó el recorrido en los hermanos Céspedes, pasando por Abdón Porte y luego Diego Rodríguez. “Hoy quien ha caído es Juan”, a quien recordó como un muchacho lleno de alegría.
Balbi pidió que los últimos minutos fueran exclusivos para la familia, se cerró el Salón Cristal y el ruido del silencio invadió todas las inmediaciones. No se escuchaba ni el más mínimo sonido, y tampoco nadie quería escucharlo.
13:00 pm
Apenas pasada esa hora la puerta de la sede se volvió a abrir y salió un grupo de guardias de Nacional trajeados de negro, con los distintos arreglos florales: el del plantel y cuerpo técnico de Nacional, el de la selección uruguaya, uno de Peñarol, el que envió Luis Suárez y su familia, otro de Camilo Cándido, entre otros tantos que reposaran junto a Juan.
Minutos después comenzó el cortejo fúnebre encabezado por el presidente Balbi y el capitán Diego Polenta, que como líder de grupo debe estar preparado para muchas situaciones pero nunca para algo así. Tal y como lo manifestó en sus redes: “Perdí un marinero de mi barco, un soldado de mi ejército”. Fue sin dudas un momento duro para él, tanto así que al depositar el féretro en el coche fúnebre rompió en llanto junto a los familiares.
El momento fue acompañado por un aplauso eterno, ya no había orden y a nadie le importaba. Ahora todos querían darle su último adiós a Juan. Así llovieron banderas, flores y cuanta muestra de aprecio había sobre el auto que trasladaba a Izquierdo.
A los segundos comenzó a sonar -acompañado de los bombos- una de las canciones más emblemáticas de la banda del Parque, con el sentido mensaje de “Ni la muerte nos va a separar, desde el cielo te voy a alentar”. En ese preciso minuto el cántico dejó de ser de Nacional y pasó a ser de todo aquel que en ese momento se sintiera parte del dolor compartido.
“Del bolso soy y vos sos la alegría de mi corazón. Vos sos mi vida, vos sos mi pasión, daría la vida por salir campeón. Y a mí no me interesa en que cancha jugués, local o visitante yo te vengo a ver. Ni la muerte nos va a separar, desde el cielo te voy a alentar”.
Minutos después se abrió paso al coche fúnebre que retiraba a Izquierdo de la sede de “su Nacional”, como lo dijo José Luis Palma, presidente de Liverpool. Varios hinchas acompañaron por largas cuadras cantando y aplaudiendo, dando la última muestra de cariño del día. Otros decidieron quedarse, mirar la sede, volver a leer las cartas y de esa manera cerrar la jornada del último adiós.
La vida sigue, es una realidad y la pelota en algún momento tendrá que volver a rodar tras dos suspensiones seguidas de fechas en el campeonato uruguayo. Ahora poco importa el cuándo, pero el destino quiso que sea con un Nacional – Liverpool, los últimos dos equipos del zaguero y las dos instituciones que lo vieron campeón uruguayo.
Algo está claro: nada va a ser igual. Porque cuando los futbolistas de Nacional lleguen a entrenar, en el lugar del “Negrón” -como le decía el plantel- habrá un espacio vacío. Cuando toque concentrar, habrá una cama que no va a estar ocupada y una silla que permanecerá inmóvil. Mateo Antoni va a llegar a las 00 a la habitación (como relató en su despedida) y no va a escuchar ese “ronquido que se sentía desde el pasillo”, y a la mañana siguiente tampoco escuchará “de costado” la videollamada que Juan hacía con su esposa e hija.
Aunque el plantel elija recordarlo con esa “sonrisa diaria”, cómo dijo en sus redes Diego Zabala, hay un equipo al que le van a faltar las palabras de su número 3 en la previa de cada partido: “mueran por mí, que yo voy a morir ahí adentro por ustedes”. Hay un plantel golpeado, hay una familia a la que le va a faltar un padre, un hijo, un hermano, un esposo. Y la palabra que cada uno de ellos le dedicó duele, pero también permite al que no conoció a Juan dimensionar la enorme persona que este mundo perdió.