Cae la tarde en Montevideo. A mitad de setiembre el clima es otro, se siente la primavera. Es miércoles, pero no cualquier miércoles: es el segundo del mes y eso significa que hay noche de dardos. El punto de encuentro es Malafama, una cervecería reconocida de la ciudad, ubicada en la zona de Parque Rodó y que cada semana frecuentan jóvenes y adultos.

El ambiente es similar al de siempre, aunque en esta ocasión faltaron algunos participantes que asisten con frecuencia. Tal vez, porque el torneo del mes pasado fue hace solo dos semanas debido a una postergación. También hay que tener en cuenta que muchos viajan desde zonas aledañas a la capital. Incluso algunos fanáticos llegan desde lo profundo del interior.

Al ingresar al salón se observa la escenografía normal de cualquier restaurante. Con música no muy fuerte, pero tampoco muy suave, suena A las nueve de No Te Va a Gustar, una canción muy repetida en las últimas semanas. En las mesas de la entrada grupos de amigos comparten una pizza y toman alguna que otra cerveza. Sobre el costado, cocineros y barmans que cumplen con su labor diaria. En el fondo, los fanáticos de la puntería que mantienen vivo en nuestro país el ocio de los ejércitos en la edad media. 

Es que los dardos tienen más historia que la mayoría de los deportes convencionales. Curiosamente, solo unos pocos países lo consideran un deporte. Fue en Europa a mediados del siglo XIII, en las tabernas, donde los soldados en su tiempo libre arrojaban puntas de astilla a las tapas de los barriles para demostrar su puntería. Una evolución que pasó por los troncos de los árboles, donde los anillos concéntricos sirvieron como marcas para puntuar. Primero fue la ballesta, luego fue el arco y flecha, hasta que quedó establecido únicamente con la mano. Recién en 1896 se creó el primer tablero y en años posteriores se oficializaron las reglas y nacieron las primeras organizaciones en los diferentes continentes. 

En el fondo de la cervecería están los tableros, los entendidos los llamarán dianas. Están alineados uno al lado del otro y parecen escudos de guerra, como los que usaron los vikingos en la Batalla de York. Todos tienen el mismo tamaño y un aspecto casi hipnótico. Son seis y están ubicados de izquierda a derecha, como en un orden de jerarquía. El primer tablero es el más añejo y, por una cuestión de historia y respeto, siempre va en primer lugar. Al último le dicen “El Monumental”, porque la luz led a su alrededor lo asemeja al mítico estadio de River Plate de Argentina. Están rodeados de barriles de cerveza y de tanques de fermentación que proporcionan un ambiente de taberna antigua y viaje en el tiempo. 

Las dianas al fondo del bar Malafama. Foto: Sebastián Griego

En los primeros cuatro se juega al formato 301 y en los otros dos restantes al 501. Los partidos son uno contra uno. Un turno equivale a tres tiradas, primero juega uno y luego el otro. “Gana el primero en descontar de 301 a cero o de 501 a cero”, le explica un competidor a su amigo, que asiste por primera vez. En la primera modalidad se termina con “cierre simple”, lo que significa que si faltan 18 puntos para llegar a cero, es necesario que el dardo caiga en el área de ese número para ganar. En el segundo formato la dificultad crece, porque para llevarse la victoria se necesita “cierre doble”. Es lo mismo que en el caso anterior, solo que el área donde debe caer el dardo es en el anillo exterior, un espacio más pequeño y que requiere mayor precisión. No hay juez y se apela al fair play. La aplicación Dart Counter permite llevar el conteo de forma rápida y segura en el celular; un trabajo que hacen los mismos jugadores o alguno que esté dispuesto a dar una mano.

Entre tanto murmullo y conversaciones típicas de cualquier plaza de comidas, un mozo se acerca y pregunta quién encargó una “carnívora”. Una situación que se volvió incómoda con el paso de los minutos. Con la pizza en la mano y gestos de fastidio el mozo recorre todo el sector mientras se repite, pero ya en un tono más elevado. Hasta que por fin apareció el muchacho para la alegría de todos.

En ese momento, un participante que llegó un poco tarde es bien recibido por la organización y le indican que su rival lo está esperando para jugar. El torneo no hace distinción de género, ni divide por rango etario. Incluso quienes hayan cumplido 15 años y vayan con un tutor también pueden jugar. Un ambiente familiar que apela al crecimiento y la difusión del juego: a todo el que se arrima a mirar lo invitan a que tire sus primeros dardos y deje la vergüenza de lado.

Para Brahian, que juega bajo el seudónimo de “Pitbull”, el sentimiento por los dardos ha ido en aumento. Y eso que conoció el juego hace unos pocos meses. Mientras esperaba con ansias volver a jugar, el competidor comentó a Sala de Redacción que los dardos son un pasatiempo con alto potencial capaz de desplazar a juegos clásicos, como las cartas y otros de mesa. Enseguida de ello, pidió que alguien lo asista con un encendedor y reafirmó que hoy en día “en vez de ir a un asado y jugar al truco, mejor jugás a los dardos”. 

Legado dardero

La Unión de Dardos de Uruguay (UDU) nació durante la pandemia. Un grupo de amigos de Carrasco, Punta Gorda y Pocitos aprovecharon el tiempo en casa y empezaron a jugar seguido. Con la reapertura de los bares en 2021, cuando sólo era por lista y había que asistir en grupos, decidieron llevar los tableros y jugar todos los miércoles en el bar que tenía un conocido del grupo en Punta Carretas. 

En la actualidad este grupo ya no juega, al menos a nivel federativo, y traspasaron UDU a nuevos integrantes interesados en la competencia. Uno de ellos es Joaquín Fonseca y, pese a que conoció el juego hace poco más de dos años, desde la temporada pasada se mantiene en el top uno del ranking e incluso estuvo en Costa Rica representando a Uruguay en las clasificatorias para la competición mundial.

Con el afán de dar a conocer más sobre la historia de nuestro país y mientras observaba una partida, Fonseca contó a Sala de Redacción que hubo un “furor” hace aproximadamente 15 años, cuando en algunas whiskerías y bares de rock and roll se armó una “movida”, pero con un estilo lúdico y sin apostar a la profesionalización. Si en Uruguay hubo alguna federación de dardos antes de los 2000, para él es una incógnita: “al menos yo no lo sé”, ratificó.

Por otra parte, con miras al futuro y con un deseo casi utópico, Fonseca dijo que sueña con que se expanda la cultura de los dardos por los bares de Montevideo. Según explicó, aunque funcione independientemente a UDU, es clave para el desarrollo y visibilidad del juego. Espera algún día tener una liga nacional donde participen representantes de distintos bares. Quién sabe si en unos años no se formará un clásico en el Parque Rodó. Un Malafama versus Cordón Beer, por ejemplo. Soñar no cuesta nada. 

Con gestos de resignación, Fonseca reconoció que la parte expansionista a nivel local es la más compleja de todas, principalmente por un tema económico. “Si querés comprar dianas y dardos en Uruguay, no hay”, explicó. Esto obliga a tener que hacer una compra internacional, la cual muchas veces se ve alterada por tema de costos y pesaje del producto. Una serie de trámites y cuestiones a la que solo los fanáticos pueden disponerse.

Entre ocio, azar y deporte

La noche transcurre, algunos pudieron clasificar y otros ya se despidieron. En una mesa están los dos trofeos para los campeones, el fixture del torneo en un pizarrón y algunas pizzas para picar. Más al costado, un grupo de jóvenes debaten sobre si los dardos son un deporte o un juego lúdico de bar. Todos con argumentos válidos y contrapuestos, ahondan en los problemas que se ha topado la Organización Británica de Dardos (OBD) desde su creación. 

Se sabe que los dardos tienen un reglamento profesional desde 1973 creado por la OBD, hay competencia en todos los continentes y practicarlo requiere una actividad física e intelectual. En teoría cumple con el estándar para ser deporte. Sin embargo, este último punto es el que genera más controversia para los que definen el lineamiento deportivo. Si es calidad o casualidad, habilidad mental o pura fortuna. Su simplicidad lo lleva a codearse con el ocio y la recreación.

Mientras toma una cerveza y espera su turno para volver a jugar, Fonseca cuenta que ya se inició el proceso para que sea un deporte olímpico. Y en una justificación deportiva personal, logró comparar el juego con la vida de los primitivos. “Es como el cazador”, enfatizó. En un tiempo pasado donde era necesario ir en busca de alimento para poder sobrevivir, el perfeccionamiento de la técnica y la práctica, eran indispensables para aumentar las posibilidades de supervivencia. Por lo tanto, los cazadores con mejor puntería eran los que más cazaban. “Acá es lo mismo”, dice: quienes más entrenan más mejoran, y esa es una premisa fundamental para cualquier deporte.

En Uruguay los dardos son considerados únicamente un juego de bar, a diferencia de muchos países de Latinoamérica. Es el camino que está transitando la UDU, que ya tramitó la asociación civil para tener una personalidad jurídica y tratar de conseguir algún apoyo de la Secretaría Nacional del Deporte. “Aunque sea un galpón para ir y dejar los tableros”, exclamó con esperanza Fonseca. 

Como un ciclo lunar

Un mozo carga con tres vasos de cervezas y uno de gintonic. En otra de las mesas encienden una vela y le cantan el feliz cumpleaños a Susana, que con una sonrisa de oreja a oreja contempla a su grupo de allegados en una nueva vuelta al sol. Es señal de que la noche transcurre y van quedando menos participantes. A propósito, ya se promulgó el campeón de 301 y recibe el saludo de sus amigos luego de una final muy pareja.

Hacen entrega de la copa. Esta tiene que ser devuelta en el próximo campeonato, una tradición que se repite mes a mes. Los ingresos de las inscripciones son destinados a traer nuevos tableros, leds o trípodes. Una organizadora del torneo le saca una foto a los finalistas para que luego sea publicada en el Instagram de UDU con los detalles del torneo y la actualización del ranking nacional. 

Las mesas poco a poco quedan vacías. Mientras se disputa la final de 501, quienes ya terminaron y quedaron con ganas de jugar aprovechan los otros tableros para entrenar. Algunos ya emprendieron la retirada y otros miran expectantes el desenlace de la última partida. En eso pasa un participante que tuvo su primera experiencia y está con un poco de bronca por su rendimiento. Ya espera por octubre, sabe que va a volver. A la misma hora y en el mismo canal.

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