Podría decirse que fue un festejo íntimo. El 6 de noviembre, exactamente a las 14.00 de Uruguay, 273 usuarios se conectaron en un seminario web (webinario, como se lo conoce en la jerga) para escuchar y plantear interrogantes a los creadores de internet. Desde Montevideo, el colombiano Oscar Robles, director ejecutivo del Registro de Direcciones de Internet de América Latina y Caribe (LACNIC), los presentó con simpleza: “Hace 50 años la llegada del hombre a la Luna tuvo, sin lugar a dudas, más prensa. Pero lo que lograron estos investigadores en 1969 cambió radicalmente la vida de miles de millones de personas en el último medio siglo de la humanidad”.

Los estadounidenses Charles Kline, Leonard Kleinrock, Steve Crocker y Vinton Cerf son considerados los padres de internet. Cerf no participó en vivo del webinario, pero envió un videomensaje: “Es importante celebrar este acontecimiento, pero aún lo es más reconocer que internet tiene mucho camino por recorrer. Debemos hacer que funcione mejor, pero [debemos estar] enfocados especialmente en que sea beneficioso para la gente y que no lo aprovechen individuos u organizaciones malintencionadas”.

Cerf, quien hoy se desempeña como jefe de internet en Google, recordó las conclusiones del informe del panel de alto nivel en cooperación digital en el que participó, presentado en junio de este año al secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el portugués Antonio Guterres. Allí se alertó a la comunidad internacional sobre la necesidad de legislar para que las empresas y los usuarios se rijan por normas sustentadas en el marco de los derechos humanos. “La comunidad académica, el sector civil y los gobiernos tenemos que encontrar maneras de hacer que internet sea un mejor lugar en el que estar”, finalizó el científico.

Ni una foto

El 4 de octubre de 1957 la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS) lanzó con éxito al espacio el satélite Sputnik. El presidente norteamericano Dwight Eisenhower intuyó una supremacía rusa a nivel mundial y ordenó, entre otras medidas, la creación de la Agencia para Proyectos Avanzados de Investigación (ARPA), que involucró a las principales universidades e investigadores norteamericanos. 

Uno de los objetivos de la agencia, contó Kleinrock, se basó en la “acumulación de experiencia y conocimiento que en ese entonces teníamos en muchas universidades norteamericanas. En Utah e Illinois, por ejemplo, teníamos ya un grado de excelencia en el trabajo con sistemas computacionales y ciencias de la computación”. 

A comienzos de la década de los sesenta Kleinrock había presentado en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) una investigación sobre cómo Estados Unidos podría proteger su información sensible, enviándola repartida a computadoras ubicadas en sitios remotos ante la eventual amenaza de un ataque nuclear. “En ese entonces me di cuenta de que el modo de transmisión telefónico no era el camino indicado, por lo que desarrollé una teoría matemática del manejo de paquetes de datos que implicaba un cambio en cómo debían desarrollarse o diseñarse las computadoras que teníamos”, explicó el investigador.

En 1966 el Departamento de Estado (DOE) de los Estados Unidos, asumió la importancia de conectar los grandes centros universitarios de investigación a través de la ARPA, con el objetivo de permitir que desde cualquier lugar un usuario tuviera acceso a las capacidades desarrolladas en un sitio remoto. La UCLA, donde Kleinrock se desempeñaba como profesor, fue seleccionada como el primer nodo de la red que se crearía. Al igual que la universidad de Stanford, el otro nodo seleccionado, ambas instituciones tuvieron el apoyo de un fabricante local de hardware, que en 1968 firmó un contrato para proveer la tecnología que los investigadores diseñaran.

Con una gran sonrisa, “Charly” Kline intervino al respecto en el webinario: “Leonard nos contó del proyecto y de inmediato empecé a trabajar en el sistema operativo de una computadora que teníamos. Con un poco de esfuerzo y pasados unos meses, logramos enviar una orden desde nuestro laboratorio en la UCLA hacia Stanford y allí se imprimió algo en la teletipo de nuestros colegas. Un mes después, sucedió lo mismo pero en sentido inverso”.

Esquema original de la red de 4 nodos ARPANET, considerada el origen de Internet. Foto: UCLA Science and Engineering Library.

En esa época, el hardware o estructura física de la computadora aún estaba en desarrollo. No había estándares, normas o experiencias a seguir; todo era experimentación, incluso la fabricación de elementos tecnológicos. Los ocho meses otorgados como plazo por el gobierno se agotaban.

Reviviendo el nerviosismo de aquellos días, el rostro de Kline se torna serio ante la cámara web. “La realidad es que en Stanford estaban más maduros que nosotros en UCLA. Ellos habían logrado que los mensajes que yo enviaba a 400 millas de distancia se visualizaran en su terminal sin imprimirse y, a su vez, los reenviaban a mi terminal y yo los podría ver”, recordó el ingeniero. “Era un gran avance, pero no lo que buscábamos”, sintetizó.

“Charly” contó que la noche del 29 de octubre de 1969 fue divertida. Eran más de las 22.00 y él seguía en el laboratorio hablando por teléfono con sus colegas de Stanford y haciendo pruebas. Para utilizar las aplicaciones de la computadora de Stanford había que estar frente a ella e ingresar como usuario escribiendo la palabra “login”. Antes de dar por finalizada la jornada e irse a dormir, Kline quiso hacer una última prueba. “Volví a llamar por teléfono a mis colegas y escribí la letra ‘l’; me confirmaron que la habían visto. Lo mismo sucedió con la ‘o’. Pero a la tercera letra que escribí, la terminal en Stanford dejó de funcionar”, confesó.

Unos minutos más tarde repitieron la experiencia en forma exitosa. Kline tuvo acceso por primera vez en la historia a una computadora ubicada a 650 kilómetros de distancia y usó sus aplicaciones. “No pensamos que fuera tan importante, ni siquiera sacamos una foto”, sintetizó entre risas.

Alguien me gritaba

Crocker fue el último del equipo en compartir su experiencia. “Es un poco irreal estar en este evento, solo y a la vez con ustedes, reflexionando en internet sobre algo que pasó hace 50 años”, dijo al comienzo de su intervención.

Según Crocker, nunca fueron conscientes del impacto de sus desarrollos tecnológicos, ya que el propósito fue conectar computadoras distantes para que los científicos pudieran resolver problemas en forma conjunta. El proyecto ARPA se transformó en red y nació ARPANET, considerado el origen de internet. Poco a poco se fueron ampliando los grupos de trabajo que apoyaron a Steve, Charly y Leonard.

Planilla de registro de Charles Kline, que documenta la primera conexión “host to host” de la historia. Foto: UCLA Science and Engineering Library.

“Hubo gente que no nos tenía mucha fe. IBM y AT&T por ejemplo, no se presentaron a algunos llamados del gobierno para construir el hardware que precisábamos, porque no le veían futuro”, recordó Crocker entre risas. Pero además de construir los vínculos institucionales entre las diferentes universidades, debieron inventar protocolos de conexión para que las computadoras pudieran comunicarse. La meta era conectar cualquier tipo de computadora desde cualquier lugar y poder transferir archivos.

“Confieso que trabajé mucho en todo esto, pero en algún punto no me resultaba intelectualmente atractivo”, rememoró Crocker. Así, abandonó sus estudios de grado en el MIT de Boston y se mudó a Washington para colaborar en el mismo proyecto, pero desde otra área. La primera misión que le asignaron fue la de contactar a los altos mandos de la Fuerza Aérea y ayudarlos a conectar los centros de computadoras que tenían distribuidos por todo el país, con las computadoras del Departamento de Defensa, usando la tecnología que él había ayudado a crear en la UCLA.

“Estaba muy tranquilo sentado en una reunión cuando alguien golpea mi hombro y me dice que tenía un llamado telefónico”, recordó. Crocker contó que, a pesar de los gritos histéricos de su interlocutor, logró identificar al máximo ejecutivo de la empresa que fabricó los enrutadores que el DoD adquirió para el proyecto. El problema fue simple: toda la recién creada red de computadoras de defensa de los Estados Unidos había dejado de funcionar en sólo cuatro segundos, ya que Crocker había aconsejado a los mandos militares que enviaran simultáneamente ocho veces más datos que en las primeras pruebas.

“No me grite, esto no fue a propósito. Esta red es más mía que de ustedes, así que no me grite”, fue el único argumento que se le ocurrió al científico para calmar al furioso empresario. “Aprendimos mucho en ese evento. Todas las computadoras funcionaban a la perfección. Solo había colapsado la red. Se hicieron ajustes y todo anduvo”, concluyó Crocker.

Pensar con simpleza

Como si todavía fueran adolescentes, todos ríen con las anécdotas de sus compañeros. El más serio es Kleinrock, quien compartió el secreto de esos momentos creativos: “La clave era pensar con simpleza. Obviamente que detrás de cada avance había cientos de ecuaciones matemáticas para resolver fenómenos computacionales o físicos complejos, pero el objetivo que se perseguía tenía que ser sencillo”.

Crocker relató que cada vez que en una universidad se lograba un avance, lo que implicaba un desarrollo de software más la creación de una interfase electrónica que lo permitiera, el conocimiento se compartía con el resto de los investigadores de otras instituciones. “Había un fenómeno de replicación de conocimientos entre nosotros, que era fundamental para que el éxito conjunto se lograra”, contó el científico, ya que este también era un momento de una altísima competencia entre las empresas que fabricaban software y que no siempre facilitaban el camino.

“Descubrimos cosas interesantes. Usar un aparato exterior a las computadoras para direccionar el tránsito de las conexiones entre ellas, lo que hoy se conoce como router, nos permitió liberar recursos en las terminales y dedicarlos a cosas más productivas”, ejemplificó Kleinrock. Otros dos ejemplos de ideas conceptualmente sencillas fueron los de disponer de una pantalla de visualización gráfica y de un ratón en cada terminal.

Por su parte, Crocker recordó un proyecto de interfaz que le llevó un joven ingeniero, que le propuso un tipo de conexión única para todas las computadoras. Mirando los apuntes de la reunión en un viaje de avión esa misma tarde, Crocker encontró un error en una ecuación matemática y se lo comunicó a Bob Metcalfe, quien a la postre sería el co-inventor del Ethernet y fundador de la firma 3Com.

Impredecible

Casi todos los asistentes al webinario plantearon la misma pregunta: ¿Cómo imaginan los próximos 50 años de internet?

Kleinrock sostuvo que lo único que se puede predecir es que el futuro es impredecible. “Muchas veces he pensado que lo genial de todo esto es que internet está allí y es invisible. No es como la luz, para la que debes encender una llave, o el agua cuando abres el grifo. Internet está allí, es simple”, sintetizó. Para él, el internet de la cosas o la inteligencia artificial son solo aplicaciones de algo que está funcionando en segundo plano, invisible pero potente: internet.

Crocker, en cambio, es más terrenal: “Ayer tenía que hacer un giro electrónico por una inversión. Me mandaron las instrucciones de depósito, pero algo me pareció raro. Llamé al banco y me dijeron que nunca me habían enviado ese documento. Era un fraude”. El científico dijo que el gran desafío es que internet no se use con malas intenciones y que lo que le sucedió a él no se concrete con otros usuarios, porque “no quisiera imaginarme lo que sucedería en el mundo con un mal uso del internet de las cosas o de los sistemas de videovigilancia”.

Kline coincidió con su colega en la necesidad de abordar los aspectos relacionados con la seguridad de la información, pero también con sus aspectos éticos. “Son temas complejos y no todos tienen la misma solución. La globalidad de internet provoca que en una era donde todos nos conectamos con todos entren en tensión valores que varían según los diferentes países y sus pautas culturales”. Una de sus preocupaciones sobre el futuro es “la libertad de expresión y el papel de los gobiernos para garantizarle ese derecho a los ciudadanos”.

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