El Aula Magna de la Facultad de Información y Comunicación (FIC) recibió a decenas de personas, jóvenes y mayores, para homenajear a Nibia Sabalsagaray, docente y miembro de la Unión de la Juventud Comunista (UJC), de 24 años, que en 1974 fue torturada hasta la muerte por integrantes del régimen de facto. Un grupo de hombres armados la secuestró el 29 de junio de aquel año del hogar estudiantil de Campomar en Montevideo y la llevó al Batallón de Ingenieros N.º 5, donde la sometieron a tormentos que acabaron con su vida por asfixia. El régimen quiso empañar su nombre y su historia al catalogar, falsamente, su deceso como un suicidio. La familia y allegados de “la China” rechazaron desde el primer momento la infamia de los militares y, a riesgo de su propia integridad, desoyeron la advertencia de “no abrir el ataúd”, que había dispuesto en el parte de defunción del médico militar, José Mautone. Analizaron el cuerpo apresuradamente antes de darle sepultura; la observación y el análisis confirmaron el supuesto: Nibia no se había quitado la vida.

A lo largo de este año, el Colectivo de Familiares, Amigas y Amigos de Nibia ha desarrollado un conjunto de iniciativas para evocar el medio siglo de su martirio bajo tortura militar. El homenaje del miércoles 24 de junio contó con un panel que incluyó a algunos de los protagonistas de esta historia. El auditorio estuvo colmado y con presencia de figuras públicas de diferentes espacios y organizaciones de la sociedad y las instituciones.

Según describió el colectivo en una declaración emitida en la fecha, la madre de Nibia Sabalsagaray murió tempranamente, cuando ella tenía diez años, lo que condujo a los cuatro hermanos a vivir en la casa de su abuela, en Nueva Helvecia. El padre trabajaba en Campomar. La China lloraba en forma extendida por la pérdida de su madre.

En 1968, Nibia se radicó en Montevideo para estudiar Literatura en el Instituto de Profesores Artigas (IPA), de donde egresó en abril de 1974. Cuando fue asesinada era docente en el Liceo Zorrilla. Mirtha Guianze, fiscal que décadas más tarde condujo la persecución penal de sus perpetradores, expresó a Sala de Redacción (SdR) que, en dictadura, los militares “no trepidaban en asesinar a una persona de gran sensibilidad como ella. El cuento de ‘los dos demonios’ cae en su caso”, sentenció. 

Horas después de asesinarla, los matadores llamaron a la familia para que retiraran el cuerpo de Nibia del Hospital Militar. La vitalidad de Nibia y la expresión de no apertura del ataúd en el acta de fallecimiento levantaron sospechas. Luego de que la familia recibió los restos de la China, el exintendente de Canelones y exsenador frenteamplista, Marcos Carámbula, entonces estudiante de Medicina y amigo de Nibia, junto a Juan Sabalsagaray, hermano de la víctima, abrieron el ataúd para examinar el cuerpo. Conforme avanzaban, el horror vivido por la víctima se hacía notorio. Carámbula observaba y describía; Sabalsagaray tomaba nota. La conclusión preliminar del estudiante no convalidaba la versión oficial y, por ello, Carámbula resolvió plantear en el ámbito universitario el asunto. “Tras la descripción que le hiciéramos al profesor Julio Arsuaga aquella madrugada, concluyó que no se trataba de un suicidio”, explicó el médico en el homenaje.

Carámbula recordó el funeral: “aquel día tan duro, su padre, obrero de Campomar, no entendía nada. Qué había pasado con su hija. El cortejo lleno de lágrimas y los militares rodeando todo, atemorizando, atemorizados por el valor de aquella muchacha”.

En su memoria

Al año de su asesinato, se colocó una placa en el cementerio donde yacían sus restos que fue retirada por efectivos policiales, quienes detuvieron a dos familiares y un colega de Nibia por el hecho. En clandestinidad, fueron publicados escritos de la China como forma de mantener viva su memoria y su lucha. Recuperada la democracia, en 2005, su nombre se plasmó en una calle de Nueva Helvecia, junto con una escultura en su homenaje que luce una poesía de Miguel Hernández. En el IPA se colocaron placas en 1986 y 2006, en 2009 se nombró una nueva ala del centro en su honor. Se realizaron concursos literarios desde diversos ámbitos de la cultura.

Rodrigo Arim, rector de la Universidad de la República, participó del recordatorio. “No hay futuro posible sin cultivar la memoria y sin sostenerlo sobre criterios de justicia imprescindibles”, manifestó y recordó que el asesinato de Nibia Sabalsagaray fue parte de una escalada de terrorismo de Estado, como lo fueron también la intervención de la Udelar y la ilegalización de las organizaciones sociales y políticas, entre ellas, la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, a la que pertenecía Nibia, en noviembre de 1973.

Por su parte, el historiador e investigador, Álvaro Rico, rememoró la “época de cambios revolucionarios” se desencadenaban en el contexto latinoamericano al que Nibia se integró con compromiso militante. Como respuesta reaccionaria a esa efervescencia emancipatoria, el Partido Comunista del Uruguay y la UJC eran objetivos centrales de los servicios de inteligencia desde la década de 1950. La información que estos aparatos militares y policiales recopilaron en el marco de la Guerra Fría sería un insumo fundamental para la represión al momento de desatarse el golpe de Estado.

Siguió la lucha

En 2004, familiares de Nibia convocaron a los abogados Juan Errandonea y Ruben Waisrub para que oficiaran la defensa en la causa con el objetivo de que “se consagrara la verdad histórica y judicial” de su asesinato, recordó Errandonea. “Por aquellos años, los militares no solamente eludían imputaciones, sino que tampoco debían acudir como testigos a las causas, ‘tenían un fuero de facto’ que les protegía. Asumir ese objetivo parecía ‘un trabajo titánico’”, expresó el experto. Errandonea estaba vinculado a Nibia por la militancia política y estudiantil que ambos mantenían.

El tratamiento de la denuncia por parte del Ministerio Público estuvo a cargo de la fiscal Guianze, quien recordó en el acto que cuando tomó el caso estaba vigente la Ley de Caducidad: “era un obstáculo insalvable” que en los primeros tiempos nadie intentó soslayar.

Bajo presión

Guianze afirmó a SdR que en el contexto “se legislaba bajo presión” de los militares. En 1988 hubo un primer fallo de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) que determinó la constitucionalidad de la ley; fue por mayoría de tres a dos –con votos en contra de Jacinta Balbella y Nelson García Otero– y el voto a favor del ministro Nelson Nicoliello estuvo condicionado porque “Sanguinetti le torció la mano”, según relató a este medio. Los efectos de esa coacción sobre el sistema político se prolongaron “de 1988 hasta fines de la década del 90. La impunidad quedó sólida como una losa”, aseguró.

Respecto de los dos integrantes de la SCJ que se opusieron a la constitucionalidad de la ley, Guianze describió en el homenaje que “no se dejaron avasallar por la presión que estaban ejerciendo los militares” y ese dictamen constituyó un precedente de relevancia para futuras causas. A su vez, en esos años estaba en vigor el Código Penal “viejo”, que determinaba que los fiscales no tenían ninguna potestad por sí mismos: se debía proponer diligencias al juez actuante y éste autorizaba o no.

A solicitud del equipo liderado por Guianze, la investigación apeló al peritaje especializado de Hugo Rodríguez, médico forense que, junto su colega español Fernando Verdú, desarrolló una técnica denominada “autopsia histórica”. Tal como recuerda el profesional en su libro Crónicas de un forense: historias de personas, esa técnica “es una autopsia sin cadáver”, en tanto se desarrolla en base a documentos de época y declaraciones de testigos. Según Rodríguez, de los archivos militares surgieron elementos probatorios, como inconsistencias en los relatos o en las fotografías del cuerpo y la celda, en el relevamiento de Policía Técnica, y también en el testimonio del entonces alférez, Miguel Dalmao, que declaró haber encontrado el cadáver de Nibia. El aporte fue sustancial para el trabajo de la fiscalía.

Errandonea ilustró que, “de algún modo, Nibia fue como el Cid Campeador: seguía ganando batallas después de muerta”. La primera de esas victorias estuvo dada cuando el presidente Tabaré Vázquez, en marzo de 2005, en comunicación con la SCJ adscribió el caso a la ley de Caducidad pero permitió el avance de la investigación y supuso la primera comparecencia de militares a un juzgado en calidad de testigos, relató el abogado.

La investigación avanzó sobre la base de que en el operativo de secuestro de Nibia habían participado civiles, actores que no estaban expresamente protegidos por la Ley de Caducidad. Ese elemento habilitó la exploración del recurso de inconstitucionalidad en 2008 y, finalmente, en octubre de 2009 la SCJ lo aceptó: “segunda victoria de Nibia”, acotó el abogado defensor. Este hito abrió la puerta a nuevas sentencias en el mismo sentido. 

“Esta fue una tarea de todos, familiares, historiadores, periodistas, entre otros. La búsqueda de la verdad es un trabajo colaborativo; todos podemos buscar, todos podemos aportar para lograr un poco más de verdad y de justicia”, afirmó Guianze entre aplausos. En diálogo con SdR, la exfiscal afirmó que debería existir consenso político para que el Estado investigue seriamente estos crímenes. “Hasta ahora, esto se hace a pulmón y por buena voluntad de los actores”, finalizó.

La tercera victoria de Nibia Sabalsagaray fue en noviembre de 2010, según lo manifestado por Errandonea, cuando se logró el procesamiento de los militares Miguel Dalmao –general en actividad entonces y que se desempeñaba como alférez en 1974– y José Chialanza jefe del Batallón de Ingenieros N.º 5 en 1974.

En 2011 quedó restablecida la pretensión punitiva del Estado por la Ley 18.831. 

En palabras del historiador Álvaro Rico, “hoy Nibia tendría 74 años, y seguro mantendría su entrega y valentía para con las mejores causas de la humanidad”. 

El homenaje finalizó con la lectura de un fragmento del texto “La novela del exilio” de Nibia Sabalsagaray por parte de la periodista y egresada de la FIC, Sofía Kortysz, que desató un aplauso cerrado del público presente.

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