A las 20.55 de la noche fría del sábado previo al 1 de mayo y sin transporte público para volver, en las tribunas del Teatro de Verano la gente pedía que la banda salga al escenario a tocar. Aparecieron detrás del humo y bajo unas luces de colores tridimensionales, parecidas a las que utilizaba Pink Floyd en sus conciertos o a las que usó Roger Waters en 2018 en el Estadio Centenario. Con Flor de Gil en la apertura, El Peyote Asesino retornó a los escenarios para enloquecer al público con un fuerte gutural de Fernando Santullo, de esos que se pueden escuchar frecuentemente en el metal. Las personas cantaron este tema que abre Serial, el último disco de la banda, como si la hubieran escuchado por años y no solo durante algunos meses.

La banda, conformada por Fernando Santullo, Juan Campodónico, Carlos Casacuberta, Pepe Canedo, Daniel Benia, Matías Rada y Bruno Tortorella, tocó por casi dos horas y recorrió un repertorio que fue desde las canciones nuevas del álbum hasta las más clásicas e incluyó covers como Tainted Love de Soft Cell y su icónica versión de El ojo blindado, de la banda argentina Sumo.

El nuevo disco salió casi 24 años después del segundo, Terraja, producido por el renombrado compositor y productor argentino Gustavo Santaolalla, bajo el sello Universal. Ahora, quien se hizo cargo de la producción fue Campodónico, uno de los guitarristas de la banda, quien también tiene una larga trayectoria como productor. 

En diálogo con Sala de Redacción y desde la sala de ensayo en la que elaboraron el espectáculo, los músicos de esta icónica banda repasaron la aventura de llevar adelante el último disco, las expectativas de la gente y la nueva etapa de pausa que se avecina, luego de cautivar a cientos en el Teatro de Verano. 

“Fue un tremendo desafío hacer un disco después de Terraja, que había sido tan emblemático, y que había estado muy bien producido, grabado en Los Ángeles, con ingenieros americanos y con la producción de Gustavo [Santaolalla], que es un groso”, señaló Campodónico.

En tanto, Santullo, vocalista de la banda, dijo que “después de haber hecho un disco como Terraja” no podían hacer uno que “suene peor” y por eso era necesario que Campodónico se encargara, ya que, desde su punto de vista, es la persona “que mejor entendió el laburo de Santaolalla para producir”.

La innovación del sonido no estuvo solamente en la producción del disco, ya que en 2016 se incorporaron dos integrantes más a la banda: Matías Rada en guitarra y voz y Bruno Tortorella en teclados.

¿Cómo incidieron Rada y Tortorella en el nuevo sonido del Peyote?

Fernando Santullo (FS): Muchas de las teclas que hay en el disco las programó Juan [Campodónico], pero hay otras teclas y arreglos que propuso Bruno [Tortorella] y terminaron quedando. En el caso de Matías [Rada], hay varios solos del disco, como el de Perdiste, que los tocó él. Esto sirvió para que Juan se pusiera las pilas y se tocara solos él también [se ríe] y liberó muchísimo a Carlos [Casacuberta] para que pueda dejar la guitarra y ponerse a rapear. A diferencia de Juan, que es un guitarrista de texturas a pesar de los riffs, Matías es un guitarrista de rock blues. Todo eso le hizo muy bien a Peyote, y poner todo eso en vivo fue todavía mejor. 

Carlos Casacuberta (CC): Que ahora seamos tres guitarristas descomprime mucho y hace que no tengas por qué estar haciendo todo al mismo tiempo. Eso ayuda mucho a que tengamos posibilidad de trabajar más esas pequeñas respuestas cuando rapeamos, una voz se mete en la otra, le contesta o se suman a hacer algo. Esos juegos ahora están más trabajados y más presentes.

Los juegos de los que habla Casacuberta implican una complicidad entre él y Santullo que solo ellos dos pueden entender. Esta conexión se vio tanto en el Teatro de Verano como en la sala de ensayo unos días previos al recital y permanece encendida después de casi 25 años después de que saliera el primer disco, El Peyote Asesino.

En varias de las canciones de Serial, Casacuberta puede sacar a lucir su capacidad para rapear por su cuenta sin tener que preocuparse por la guitarra, como ocurre en los temas En la B, Es lo que hay, Vos no me llamaste, Tierra derretida, Pump Up the Parla -que es una versión tecnotronic de Tanta parla, del primer disco- y Bailando samba.

El nuevo disco implica la vuelta de una banda que estuvo inactiva por más de 20 años y que da cuenta de la vigencia que todavía tiene El Peyote Asesino.

¿Qué criterio utilizan al dejar canciones fuera del recital para incluir las nuevas?

FS: Siempre nos preocupa que el concierto sea variado. En el show no podés tocar solo canciones como Todos muertos, porque te enloquecés vos y a todo el mundo. Intentamos encontrar un balance entre canciones más pesadas y las que generan un respiro, y también de que con todo eso se genere una gráfica a lo largo del show, por la que tengas varios picos de intensidad y termines con una explosión termonuclear en el final. Además, cuando ensayás ves cuál salió un poco mejor, cuál un poco peor y la que prometía mucho en el disco, pero cuando la hacés en vivo no es lo mismo. Se mezclaron varios criterios: canciones nuevas, conservar algunas viejas que estén buenas, sacrificar algunas que de golpe en el futuro vuelven, pero preferimos tocar canciones nuevas y que el show sea divertido.

Fernando Santullo y Carlos Casacuberta en la sala de ensayo. Foto: Yamila Silva / Sala de Redacción.

La diversión y esa mezcla entre lo nuevo asociado a lo viejo quedaron plasmadas en el Teatro de Verano, con un show que nunca perdió intensidad y mantuvo a la gente coreando y saltando en el tan esperado pogo, que estuvo muchos meses parado por la pandemia. “La energía que pone El Peyote es medio incambiable. La música que tocamos nos exige tocar de una manera, no la podés tocar más tranquilo, pero del lado de la reacción del público era una cosa medio incómoda, porque la gente tenía que estar totalmente petrificada, la energía del lado de la gente era rara”, respondió Santullo, consultado sobre la vuelta del aforo completo en comparación al toque de octubre de 2021 en La Trastienda. “La música de El Peyote tiene esa energía que cuando tocamos se traslada a la gente, por eso [el aforo completo] es importante y está bueno”, agregó.

A mitad del show, Santullo le preguntó al público si seguía el frío, porque por cómo saltaban y cantaban creía que ya habían entrado en calor. Fue tal la energía que la banda tuvo que salir dos veces luego del famoso bis, porque la gente pedía más. 

Tras el reencuentro, Campodónico publicó en su cuenta de Instagram una foto del show y una descripción que, entre otras cosas, decía: “por ahora El Peyote queda en el freezer como Walt Disney, quién sabe cuándo nos volveremos a encontrar con esta música. Lo de ayer permanecerá imborrable en la memoria”. Este anuncio resume la intermitente actividad de la banda en estos últimos 28 años; lo que pasó el sábado 30 de abril en el Teatro de Verano demostró que no importa dónde, cuándo, ni cuántos años pasen, el público todavía acude a cada cita que propone la banda y, como dice su canción, “El Peyote Asesino está acá”.

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