El sueño de ser tenista comenzó cuando era un niño e iba a las canchas del Carrasco Lawn Tenis a ver jugar a Pablo Cuevas y pensaba que le “encantaría estar ahí en ese lugar”. Con 24 años ya debutó en la Copa Davis con Uruguay y jugó en esas mismas canchas que prendieron su pasión. “Gané partidos buenos, pero falta mucho para ser como Pablo (Cuevas), que es el referente del tenis uruguayo”, reflexionó en diálogo con Sala de Redacción.

Previo al inicio del año, Roncadelli se encontraba fuera del top 600, pero los resultados que obtuvo le permitieron estar en el top 400, aunque aclaró que “con mis entrenadores no hablamos de un objetivo de ranking” porque esa “motivación puede convertirse en presión”. Su idea es continuar ganando partidos en los Challengers, que son “los que te ayudan a subir el nivel por su competitividad”. Esto lo hizo verse de otra manera: “Ahora sí soy profesional y vivo de esto”. Es consciente, igual, que “todo puede cambiar rápido si hacés las cosas bien, lo que soñas puede estar un poco más cerca”.

En 2018 inició su carrera profesional, pero reconoce que “era muy chico y no lo asimilaba”. Luego de 2021 cambió el chip y la dedicación fue total, por ejemplo, “ir todos los días con ganas de mejorar algo. Antes a veces lo hacía automático y tampoco sumaba mucho, porque para mejorar realmente tenés que darle mucha atención”, además de cuidar las comidas y los descansos. También cambió su forma de vida, “empecé a viajar mucho y es algo que me gusta”, a pesar de que como todo deportista ha perdido cumpleaños y eventos de sus seres queridos. De todas formas lo lleva bien porque “siempre evolucioné” y puede ver cómo “el trabajo garpa”, aunque “el tenis profesional tiene momentos duros, sobre todo cuando no estás bien posicionado en el ranking”. Las condiciones entre Futures y Challengers son diferentes, en los primeros “es una selva, no es que te traten mal, pero no hay buenas infraestructuras y tenés que buscarte hotel y dónde comer”; en cambio, en los Challengers “las instalaciones son mejores y los rivales se dedican exclusivamente al tenis”.

El salto en el ranking lo ayudó a que se sienta “un jugador de verdad, antes también lo creía pero estando cerca del top 100 lo sentís diferente”. La mejora es el resultado del trabajo, físico y mental, y enfatizó que “para ser tenista tenés que saber lidiar con la derrota, porque si no salís campeón, todas las semanas perdés”. Con su equipo de trabajo, conformado por Bebe Pérez y Diego Gatti (entrenadores), Sebastián Gónzalez (preparador físico), Axel Campo (psicólogo) y Magadalena Urroz (nutricionista), hacen énfasis en tomarse un día para asimilar la derrota pero sin descuidar que a la semana siguiente se compite nuevamente, porque “si perdés tres o cuatro días de preparación es muy difícil que a la semana siguiente puedas estar fresco para competir”.

Este año logró sus primeros títulos en torneos Futures, se coronó en los torneos de Pitesti y Bucarest (Rumania) y dos veces en Nyiregyhaza (Hungría) entre abril y julio. Ese buen pasaje le permitió seguir con su línea de objetivos porque alcanzó el ranking para ser constante en los Challengers, que “te sirven más en ranking, premios y para entrenar con gente mejor, que te impulsa a elevar el nivel”. También tuvo una gran actuación de Uruguay en la Copa Davis frente a Bolivia en setiembre. El equipo uruguayo derrotó, en Santa Cruz, al equipo boliviano 3-1, y se quedó con el boleto a los Playoffs para meterse en el Grupo Mundial I, serie que disputarán en febrero ante Ecuador como visitantes. Fue un desafío interesante y, emocionado, acotó: “Puta, gané partidos buenos, sentí que fue una serie que hace tiempo Uruguay no ganaba así”. En lo personal ganó dos partidos, por lo que se sintió “una gran ayuda al equipo y está bueno sentirse importante”.

La atención no fue solo deportiva, también despertó interés en los medios y la gente, ya que en los días posteriores recibió mucho afecto y dio varias notas. La repercusión de su desempeño lo hizo reflexionar sobre su rol como referente del tenis uruguayo. “La Copa Davis te da esa sensación de equipo, de representar a tu país, y te motiva a seguir creciendo. Fue un gran impulso para mí este año” y todo esto es algo que le gustó porque “se sintió como un mimo después de tanto esfuerzo”. 

¡A levantarse!
En el Challenger de Curitiba, Brasil, tuvo un traspié antes de ingresar a la cancha. La noche anterior había ganado su partido en tres sets y se había extendido más de la cuenta. Al otro día, le tocaba jugar a segunda hora, alrededor de las 10 AM, y preparó su rutina como siempre, con varias alarmas desde las 7 AM. La noche pasó y a media mañana se levantó para ir al baño, volvió a la cama y cuando se despertó nuevamente sintió: “Qué descansado que estoy” y, sorprendido por el sol que había a esa hora, rápido se dio cuenta de que se había dormido. “Salí como loco, desayuné corriendo” y el resultado no fue otro que la derrota esa mañana. Un poco riendo comentó: “Me sentí un pelotudo, dormirme por primera vez a los 24 años”.

El tenis, a diferencia de los deportes de equipo, es solitario, más en etapas como la que está Franco en las que “es costoso poder viajar con el equipo con los premios de los torneos”. Es por eso que en los tres meses que estuvo en Europa este año estuvo solo, aunque siempre con el apoyo de su equipo a la distancia. “Es complicado, tenés que gestionarte todo, los entrenamientos, tener un buen plato de comida”. Los destinos varían y no siempre es fácil adecuar el plan a la realidad. En el circuito, comparte con Ignacio Carrerou, también uruguayo, y juntos almuerzan y se recomiendan lugares cerca de donde se hospedan. También comparten con otros sudamericanos y entre todos se apoyan para hacer amenas las giras y los momentos sin actividades.

En la primavera de nuestro continente se desarrollan varios torneos por América. Por la cercanía con sus hogares y por la preferencia de jugar en polvo de ladrillo, los americanos comparten y juegan juntos durante varias semanas. Esto ayuda porque “las culturas son similares, no hace el frío de Europa y está la posibilidad de que te acompañe tu equipo y tus seres queridos”. Una compañía importante que “te ayuda a recargar energías” es para Franco reencontrarse con amigos e ir a pasear a la Plaza Virgilio con su perro Dexter.

Un sueño que comenzó de niño, pero por una extraña razón. A Franco le gustaba el fútbol y el tenis de mesa, hasta que un verano luego de pasar tantas horas adentro le dieron la opción de probar el tenis. En el Club Náutico de Carrasco y Punta Gorda empezó su camino, entreverado con el fútbol, hasta que empezó con los torneos de tenis y los fines de semana ya no alcanzaban para ambas actividades: “No está bueno dejar de lado algo que te gusta y el tenis me empezó a gustar más”. Con una tímida sonrisa, recordó un poco cómo era la diferencia entre el baby futbol y el tenis, ya que “en la liga interbalnearia te gritaban de todo, se picaba mal”, y agregó que al ser un “pibe de Carrasco no me gustaba mucho” y se decidió por la raqueta. Siguió esa ruta en la adolescencia, con diversos torneos en el Interior, hasta que llegó la mayoría de edad y el tener que elegir entre dos caminos: una beca en Estados Unidos o ser profesional.

Para seguir con el sueño de ese niño, Franco tiene claras sus metas para 2025. El próximo “tic” es el de jugar las clasificaciones a los Grand Slams (Australian Open, Roland Garros, Wimbledon, US Open), que “son un gran objetivo y una gran ayuda económica”. Para llegar a dichos torneos, deberá “seguir con consistencia en los Challenger”, ganar “confianza y lugares en el ranking”.

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