El domingo 27 de febrero de 1972 fue el último día que Sara Gutiérrez vio con vida a su hermano Íbero. Un día después, el Escuadrón de la Muerte perpetró su último acto cuando lo asesinó, y meses más tarde, en abril, se instalaría en Uruguay la suspensión de las garantías individuales y el estado de guerra interno, que legalizó su accionar. 

Como consecuencia de un llamado anónimo, las Fuerzas Conjuntas hallaron su cuerpo debajo de un árbol en las inmediaciones de Camino de Las Tropas y Camino Melilla. Íbero tenía varias heridas de bala provenientes de distintas armas, y sobre él se encontró una nota con un mensaje repudiable: “Vos también pediste ¡perdón! Bala por bala. Muerte por muerte, C.C.T. [Comando Caza Tupamaros – “Óscar Burgueño”, conocido también como el Escuadrón de la Muerte]”. Luego de las pericias técnicas pertinentes, se identificó que el individuo víctima de una muerte violenta era Íbero Gutiérrez González, pero los responsables jamás fueron identificados ni llevados a la justicia.

En diálogo con Sala de Redacción, Sara compartió recuerdos de su hermano, su vida y su militancia. Durante la conversación reveló aspectos íntimos y políticos de Íbero, y aseguró que era un joven inspirado por la Revolución cubana y Ernesto “Che” Guevara.

Íbero de puertas adentro

Íbero nació el 23 de setiembre de 1949 en Montevideo y vivió la mayor parte de su corta vida en Hernani 1541, en el barrio de Punta Gorda. Estudió en Facultad de Derecho y también Filosofía y Psicología en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República. 

“De chicos éramos como cualquier chiquilín, jugábamos en la calle, íbamos a misa los domingos, mirábamos televisión y nos gustaba mucho escuchar música”, narró Sara. 


Ibero Gutiérrez, Sara Gutiérrez, y su madre Sara González Methol. Foto: gentileza de Sara Gutiérrez.

A medida que crecieron, a tan sólo dos años y un día de distancia el uno del otro, Íbero se volvió más introspectivo y comenzó a disfrutar de la pintura, la escritura y la lectura. Aunque según Sara, su hermano era solitario, compartía con ella sus pinturas, algunas de las cuales aún cuelgan de las paredes del living de su departamento. 

“Las pinturas me las mostraba, pero que él escribía poemas y diarios… nos enteramos después de que se murió. Era un infierno lo que escribía. Es más, Mario Benedetti se llevó para Cuba los escritos de Íbero y allá escribió un libro que se llama Poesía Trunca, que era de varios escritores latinoamericanos que fueron asesinados porque dieron sus vidas por causas revolucionarias”, contó Sara, quien mostró a Sala de Redacción varios poemas y dibujos de Íbero.

Uno de los dibujos de Íbero Gutiérrez. Gentileza: Sara Gutiérrez.

–¿Cuál es la lectura que le das a este dibujo de Íbero?

–Cuando mi padre lo vio se quería morir. Cuando lo encontramos entre las cosas que quedaron de él, lo tomamos como una especie de símbolo premonitorio. 

–Íbero sintió la necesidad de salir a militar. ¿Qué pensás que fue lo que lo arrastró a esa lucha?

–Íbero empezó a militar muy temprano. La influencia más grande para él fue la Revolución cubana, admiraba profundamente al Che Guevara y a Fidel Castro. Un tío mío le trajo de Inglaterra, cuando él tenía 17 años, una radio transoceánica. A Íbero le encantó. Un día descubrió Radio Habana, de Cuba, entonces todas las noches subía a su cuarto a escucharla. Íbero quería era cambiar el mundo, digamos, porque él veía muchas injusticias. No solo quería una revolución para Uruguay, quería formar una revolución mundial, que eso hasta hoy es impensado. Su primer contacto con las militancias fue leve, fue dentro del liceo al que iba, el [Liceo nº3] Dámaso Antonio Larrañaga. La militancia se volvió más fuerte cuando entró a la Facultad de Derecho con la FEUU [Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay].

Íbero quería era cambiar el mundo, digamos, porque él veía muchas injusticias. No solo quería una revolución para Uruguay, quería formar una revolución mundial

Sara recuerda que Íbero se había interiorizado y comprometido profundamente con su activismo. Leía intensamente material dedicado al tema, y su hábito de leer cualquier tipo de libro, por difícil que fuera, le proporcionó una gran riqueza intelectual. De esta manera, se mantenía informado sobre la Revolución cubana y otros eventos mundiales, como la guerra de Vietnam. “Era una época fermental e Íbero no escapaba a todo eso: al tener esa radio, vivía informado de lo que pasaba en todo el mundo”, destacó.

En su hogar no eran seres políticos, por lo que Íbero fue el primero en introducir discusiones políticas, al plantear muchos cuestionamientos, compartió Sara. Uno de ellos fue en torno a la iglesia: Íbero comenzó a dudar de algunas acciones de la institución, porque creía que debía de haber sido más solidaria con la gente, por ejemplo con las personas que se encontraban en situación de calle. Sara recuerda incluso ocasiones en las que Íbero brindó abrigo a estas personas en su lugar, y especifica que fue una de las razones que lo llevaron a desvincularse de la iglesia.

–En setiembre de 1964, Uruguay rompió relaciones con Cuba y recién en octubre de 1985 se reanudaron los lazos. Entre 1968 y 1969, Íbero estuvo de visita en ese país, ¿cuál fue el motivo del viaje?

–Un día, escuchando Radio Habana, se enteró de que había un concurso por los diez años de la Revolución cubana. El concurso consistía en escribir un texto interpretando un discurso de Fidel Castro, y el premio era una estadía de un mes en Cuba. Entonces él, calladito, escribió su texto y lo mandó por correo a Cuba. El concurso lo ganaron dos uruguayos: uno de ellos era Íbero.

Sara dijo que en ese momento su padre tuvo una sensación inquietante: Íbero ya estaba bastante involucrado en la política, militando activamente en la FEUU, aunque aún no formaba parte del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), y la situación era complicada debido a la presencia en América Latina de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA, por sus siglas en inglés), lo que hacía peligroso viajar a Cuba, ya que uno podía “quedar fichado”. Hasta entonces, él no había sido encarcelado; tan sólo detenido por alguna actividad relacionada con la FEUU.

–¿Cómo lograba la gente llegar a Cuba en ese momento, considerando la no relación con Uruguay? ¿Hubo alguna consecuencia?

–En ese momento había que viajar vía España. Porque aunque parezca mentira, estando Francisco Franco al mando, tenían buenas relaciones con Cuba. Franco tenía buena relación con Fidel Castro. En ese momento solo te sellaban el pasaporte con la entrada y salida de España, el viaje a Cuba era fantasma. Mi padre, antes de que Íbero se fuera a Cuba, arregló con un cura muy amigo de Madrid y una amiga que vivía en París para que Íbero se quedara un tiempo en España y Francia, para que conociera otra realidad: quería que conociera la parte occidental. Pero claro, a Íbero Madrid le pareció horrible, venía de Cuba que era todo maravilloso en esa época, cuando ahí [en Madrid] se encontraba con mucha gente viviendo en la calle. 

Poco tiempo después de que Íbero volviera de su viaje, su familia se enteró de que habían allanado la casa y la parroquia del cura que lo había hospedado en Madrid, así como la vivienda de quien lo había recibido en París. En aquel entonces no había justificativos para ese tipo de acciones. Ambos allanamientos se dieron luego de que Íbero le enviara una carta al cura pidiéndole que le devolviera unos libros que él había dejado; sin embargo, la carta fue abierta antes de que llegara a manos del cura, contempló Sara.

Del activismo a la tragedia

En 1969 visitó Uruguay el político estadounidense Nelson Rockefeller, en aquel momento gobernador de Nueva York. Esa visita coincidió con un atentado contra la residencia presidencial en el lugar en que se encontraba Jorge Pacheco Areco: un grupo de cinco militantes, incluyendo a un primo de Sara e Íbero, González Guyer, fueron arrestados por tirar una garrafa en la cerca. Debido a la participación de Íbero en reuniones que involucraban al sacerdote Juan C. Zaffaroni, miembro del MLN que convocaba a muchos católicos que querían unirse al movimiento, lo acusaron de estar involucrado, aunque Sara no cree que eso haya sido así. Igualmente, narró que por miedo a ser arrestado, Íbero se refugió por varios meses en la casa de una tía. 

En diciembre de ese mismo año, los Tupamaros asaltaron el Banco Francés e Italiano de Montevideo. “A pesar de que estábamos reunidos en casa de mi tía ese sábado, publicaron una foto de Íbero implicándolo en el asalto, lo cual era falso. Su abogado le sugirió entregarse porque tenía una orden de búsqueda. A Íbero lo terminan procesando por asociación para delinquir por el atentado a la casa presidencial, y el 6 de enero de 1970 lo llevaron al penal de Punta Carretas. Ahí compartió celda con Ramos Filippini [militante del MLN que sería asesinado un año antes que Íbero]”, recuerda Sara. Debido a que al momento de su encarcelación estaba la feria judicial, Íbero tomó un abogado de feria, y después de tres meses de estar preso, obtuvo su libertad.

Sara no recuerda a ciencia cierta cuándo fue que Íbero comenzó a involucrarse con el MLN, pero tiene claro de que fue después de su retorno de Cuba. Aclaró que no lo hizo en la columna armada de la organización, sino en la política. Según remarcó, Íbero nunca llevaba armas consigo y sólo lo vio con una cuando comenzó a percibir que la situación de inestabilidad política y social se encontraba en ascenso. También enfatizó que, para Íbero, la participación en la política era una forma de comprometerse sin recurrir a la violencia armada, algo que reflejaba su compromiso con los cambios sociales a través de medios pacíficos.

–¿Te acordás dónde y cuándo fue la última vez que lo viste?

Ese domingo, el 27 de enero del año 1972, Íbero fue a almorzar a casa. Después de comer, a eso de las tres de la tarde, fuimos con mi padre en el auto a llevarlo a su casa, al lugar donde vivía con Olga, su esposa, y ahí fue la última vez que lo vimos. Se supone que él se iba a estudiar, pero me parece que no, que iba a una de las reuniones. Cuando lo dejamos papá le gritó “no te pierdas, o no dejes de mandar noticias” y ahí él contestó “y ustedes no dejen de preguntar por mí”. Se fue caminando con el brazo levantado como despidiéndose… ahí fue la última vez que lo vimos.

–Y después, ¿qué pasó?

–Lo que pasó a ciencia cierta nunca lo vamos a saber. Él había quedado con Olga en que la pasaba a buscar a las diez de la noche por la casa de una amiga en Pocitos, pero Íbero nunca llegó. Olga nos avisa a nosotros de la situación, y nosotros empezamos a preocuparnos, pensábamos que capaz había pasado a la clandestinidad. Esa noche Olga se queda a dormir con nosotros; bah, esa noche no dormimos. En la mañana del 28 mi padre y Olga presentaron la denuncia de la desaparición, pero no había ninguna noticia. A la tarde vino un vecino que nos conocía y me avisó que había aparecido el cuerpo de Íbero en un descampado a las afueras de Montevideo. Lo que nos dijeron fue que lo habían matado en la madrugada del 28 de febrero.

–¿Cómo fue su velorio y su entierro?

–El 28 de febrero nos avisan lo de Íbero, ese mismo día le hacen la autopsia, en realidad fue un chiste esa autopsia: pusieron que la causa de muerte fue anemia aguda, en un cuerpo [con] 13 balazos, te podrás imaginar. El 29 de febrero, porque ese año fue bisiesto, fue el velorio, lo hicimos en nuestra casa en Hernani, un día antes de que asumiera [Juan María] Bordaberry como presidente. El velorio fue impresionante. Fue a cajón cerrado, pero ahí fue la única vez que con mis padres vimos el cuerpo de Íbero, porque a identificar el cuerpo fue una amiga de la familia. Vino muchísima gente, fuimos caminando hasta el cementerio, no querían que el cajón fuera en el auto fúnebre. Era mucha gente, serían unas cuatro cuadras repletas de personas caminando hacia el cementerio del Buceo.

–Por el estilo del crimen se dijo que fue el Escuadrón de la Muerte. Pero realmente se hizo una investigación del caso?

–Nunca se hizo ningún tipo de investigación, dijeron que fue un sedicioso y archivaron el caso. Nunca se le dio la relevancia que merecía. Nunca supimos nada. Como para ellos era un sedicioso, a nadie le importo investigar nada. Además, el Escuadrón de la Muerte formaba parte de todo el aparato represor del Estado, ¿cómo vas a pretender que se mande a investigar una cosa que mandaron a hacer ellos? Imposible. Por decir algo, lo único que se dijo es que posiblemente un tal [Jorge] Nader Curbelo [capitán de la Armada] habría sido quien organizó todo a raíz de que el MLN tenía secuestrado a Nelson Bardesio, un agente de la CIA e integrante del Escuadrón de la Muerte, y que con el asesinato de Íbero querían hacer justicia, pero nunca lo sabremos.

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