Una de las deficiencias de la que no se está hablando lo suficiente es cómo esta crisis sanitaria afecta a las madres que están dando a luz en estos días – así como a sus bebés-, sobre todo en los casos de “aislamiento preventivo” . La afectación es emocional y psíquica y por consiguiente puede repercutir también en consecuencias físicas, advierten los especialistas. Hace un mes, la Comisión de Género del Sindicato Médico del Uruguay (SMU) y la Sociedad Uruguaya de Salud Sexual y Reproductiva elevaron ante el Ministerio de Salud Pública (MPS) dos cartas de opinión pública, notificando el mal accionar de algunos profesionales y algunas instituciones, además de las denuncias que estaban recibiendo sobre el incumplimiento de la ley que establece el acompañamiento durante el parto.

El año pasado la ONU publicó un informe con especial hincapié en la atención del parto y la violencia obstétrica, en el cual se alertaba del “fenómeno generalizado y sistemático de esta forma de violencia contra la mujer” y exhortaba a los responsables de cada país a “cumplir con sus obligaciones en materia de derechos humanos” y a “encarar los problemas estructurales y las causas profundas de la violencia contra la mujer en los servicios de salud reproductiva”.  El informe sostiene explícitamente que “toda intervención no consentida puede considerarse tortura”.

Seguir el pulso

Un parto respetado o humanizado significa darle a cada madre y a cada bebé un proceso de nacimiento en el que se privilegian las decisiones, el bienestar y la salud de ambos como protagonistas, dentro de un ambiente de respeto y tomando el proceso como lo que es: algo natural. La mujer tiene derecho a seguir su propio pulso de parto pudiendo elegir cómo y con quien parir. Los profesionales deberán evitar todo tipo de intervención innecesaria, así como acompañar a la familia a tomar decisiones seguras e informadas, por ejemplo, a decidir la forma de controlar el dolor durante el parto y respetar el derecho al acompañamiento en todo el proceso.

Bajo la consigna “Mi decisión debe ser respetada”, desde el 17 al 23 de mayo se conmemoró la Semana Mundial del Parto Digno y Respetado. El principal objetivo es alzar la voz y generar conciencia para que el nacimiento vuelva a ser considerado un proceso natural, en el que se deben respetar los derechos de la madre y su bebé. Y exigir un parto respetado pretende -entre tantas cosas- eliminar la violencia obstétrica.

Amparo legal y responsabilidades 

En los últimos años nuestro país ha avanzado en un cambio de paradigma respecto a los niveles de atención. El desarrollo de este avance se ha enmarcado en el respeto y promoción de los derechos, en el reconocimiento legal y normativo de los mismos y en el logro de los mejores resultados en salud, con la intención de ser un sistema que ofrezca un servicio oportuno, eficiente y de calidad. 

El plan de acción que respalda a un modelo de atención sanitaria humanizada y respetada durante el nacimiento reconoce que en la asistencia actúan tres grandes pilares: la mujer y la familia, el equipo de salud -al que hay que capacitar y sostener- y la asistencia basada en prácticas responsables.

En el artículo tercero de la Ley 18.426 de Defensa al derecho a la Salud Sexual y Reproductiva se establece como uno de los objetivos específicos “…promover el parto humanizado garantizando la intimidad y privacidad; respetando el tiempo biológico y psicológico y las pautas culturales de la protagonista y evitando prácticas invasivas o suministro de medicación que no estén justificados…”. En Uruguay el derecho a elegir las circunstancias del nacimiento está reconocido en la legislación vigente. Sin embargo, su pleno goce y ejercicio no está asegurado.

Todos los centros médicos, públicos o privados, se ven comprometidos a  informar con suficiente anticipación a las embarazadas sobre la Ley 17.386 vigente en Uruguay desde 2001, que ampara legalmente a la mujer sobre su derecho a ser acompañada por una persona de su libre elección durante el trabajo de parto, el parto, el nacimiento y el puerperio, siendo el acompañante una persona capacitada para apoyarla emocionalmente o de su confianza. 

Vulnerabilidad de derechos 

El coronavirus y el embarazo han manifestado interrogantes y muchísimas aristas de las que se podría hablar. Pero muchas veces la violencia obstétrica queda a un lado. No permitir que una persona de confianza esté en el momento del trabajo de parto y el post parto, no poner en contacto apenas nace el bebé con la madre (siempre que el recién nacido no requiera de cuidados especiales), realizar una cesárea innecesaria o intervenciones como suministro de medicación sin información previa, discriminar, burlar o humillar a las mujeres, así como no brindar suficiente asistencia son casos de violencia obstétrica  y se debe considerar un acto de deshumanización de los profesionales de la salud al momento del parto.

Desde que se implementó la emergencia sanitaria han llegado a distintas ONGs -entre ellas la organización Nacer y Ser- denuncias que sostienen que en varias instituciones no estarían permitiendo el acompañamiento a la embarazada. En una primer instancia, las denuncias que recibieron fueron por cesáreas programadas; se les anunciaba a las mujeres que entrarían solas al block y que su acompañante iba a poder presenciar el nacimiento a través de una videollamada, que desde allí también podrían acompañarlas. Luego las denuncias se extendieron al interior del país, donde se notificó que algunas instituciones no permitieron tampoco el acompañamiento en la sala de parto, aún cuando se trataba de parto vaginal.

Otras realidades

En este sentido, Sala de Redacción se puso en contacto con la ginecóloga Ana Bonti y la obstetra Patricia Manzi, trabajadoras de centros de salud en Montevideo, Paysandú y Paso de los Toros. Respecto a la situación en el interior, en el Hospital Escuela del Litoral hace mucho tiempo que en maternidad cuentan con tres “salas de nacer” y no con las tradicionales salas de parto. Allí se ingresa a la paciente cuando tiene un trabajo de parto avanzado y llegó a los cinco o seis centímetros de dilatación. 

En este contexto de pandemia, se adecuó una sala de nacer para aquellas pacientes que tengan el virus, así como una zona donde se va a aislar tanto a la paciente confirmada como a cualquier paciente que ingrese y tenga síntomas respiratorios: “mientras no tengamos el resultado del hisopado negativo, para nosotros debe estar en la zona de Covid-19-”, explicó Manzi.

Respecto a cómo se están manejando las instituciones de Paysandú con el acompañamiento, Manzi sostuvo: “Todos nos regimos por las pautas del MSP que vienen desde el ‘hospital madre’, es decir, el Hospital Pereira Rossel. Por más que estemos en plena pandemia, la ley 17.386 se respeta. Siempre informando cuáles son los riesgos y beneficios a través de datos claros al paciente y a la persona que ella elija como acompañante. Pero lo que nosotros siempre insistimos es que tengan un plan b”. El acompañante tiene un rol fundamental durante todo el proceso, por lo que debe ser alguien que pueda brindar contención; “muchas veces sucede que se siente mal en la sala de parto y quiere o necesita salir, o bien no sirve como acompañante o no brinda la suficiente contención. A veces les decimos a las pacientes: mirá, me parece que este acompañante no está sirviendo, ¿por qué no cambias? O incluso ella misma te lo pide,” agregó.

Por su parte, Bonti fue consultada por la situación denunciada en el sector de ecografías: “el tema de los controles de embarazadas y los acompañantes  nos ha generado bastante problema”, advirtió la especialista que trabaja en la capital del país. Cuando la paciente coordina la ecografía se le avisa  que no pueden entrar con acompañantes, que deben asistir solas para así evitar posibles discusiones y contagios. “Hay veces que no lo cumplen, o no saben y bueno…tenés que evaluar. Me ha pasado de ‘pelearme’ cuando se los reitero, pero es entendible igual la otra postura de querer entrar”, explica la especialista y agrega: “no me gustaría estar embarazada en este momento, realmente, por eso mismo… Ir sola a los controles, o que te los suspendan o no poder entrar a la ecografía con el padre, no poder llevar a los hermanos, es horrible la verdad…”.

Al consultar los motivos principales que “justificarían” esa decisión por parte del profesional, Bonti explicó a Sala de Redacción que la gran mayoría de los consultorios de ecografía son muy reducidos en espacio por lo que se vuelve imposible respetar las distancias que están marcadas, e incluso en ocasiones ni siquiera la propia paciente embarazada lleva tapabocas a la consulta. 

Desde su lado profesional entiende que es necesario respetar las decisiones que se toman en conjunto, para que haya un criterio unificado desde los equipos de salud. “Eso lleva a tener que tomar la decisión unánime en casi todos los lugares que trabajo de no dejar pasar acompañantes, lo que significa un choque para la pareja bastante grande. Igual la gran mayoría ahora está entendiendo”, comentó la ginecóloga.

Desde lo humano, reflexiona: “es un momento muy difícil para las embarazadas, y si de repente tenés que dar alguna mala noticia… tampoco está bueno que la mujer esté sola. Entonces, en esos casos, yo por lo menos dejo que los padres ingresen con todas las precauciones”. 

¿A quién culpar?  

La responsabilidad no es de nadie, o es de todos… pero sin dudas no es intencional. Es el resultado de considerar el parto como un acto médico que debe transcurrir necesariamente dentro de las paredes de un hospital, un lugar concebido para curar enfermedades. Parir en un sistema sanitario sobrecargado y al límite, no parece mejor que parir en casa en tiempos de tener que hacerlo. 

Para avanzar hacia un sistema de atención al parto que dé valor a lo que es valioso, que proteja a las madres y bebés, que lo haga con un enfoque de género, preventivo, promotor de salud y de derechos humanos, y con la participación de las personas implicadas, es necesario visibilizar -más que los efectos colaterales- las víctimas que van quedando de esta pandemia y esta crisis sanitaria.

Se debe entender el nacimiento como un hecho biológico fisiológico, donde la participación activa de la mujer y su familia resultan claves en los resultados clínicos. Para ello es imprescindible que los integrantes del equipo que atiende el nacimiento, incorporen y practiquen un modelo de atención que aplique la mejor evidencia científica, que garantice calidad de atención y respete los derechos de los usuarios y sus familias.

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