Las últimas semanas han sido tapiadas de verde y oscuridad. La agenda fue protagonizada por el pasado reciente y las Fuerzas Armadas. Cese de cargos, nuevos ascensos, discursos que niegan al terrorismo de Estado, baches políticos sin aclarar y entre tanta impunidad, los más de 200 detenidos desaparecidos que continúan siendo un enigma.

Pero la presencia de los militares en este período electoral se manifiesta en diversas expresiones. Por un lado, el ex comandante en jefe del Ejército Guido Manini Ríos como candidato a la Presidencia de la República por el partido Cabildo Abierto; por otro, Jorge Azar Gómez, representante de Uruguay en la Organización de las Naciones Unidas durante la dictadura y el primer gobierno de Julio María Sanguinetti, lidera el sector que relanzó la lista 123, relacionada históricamente con Jorge Pacheco Areco, ex presidente de la República, que propone medidas prontas de seguridad y el patrullaje de militares. Asimismo, luego de casi un año con publicidad y listas para firmar en cada esquina, la campaña “Vivir sin miedo” de Jorge Larrañaga tendrá plebiscito para una posible reforma de la constitución que, entre otras cosas, pone tareas de seguridad pública en manos del Ejército. A su vez, se escucha a Manini Ríos, a Edgardo Novick y a Gustavo Zubía procurar a los militares como guardias en las cárceles.

En una década, la ola conservadora ha ido abarcando a toda Latinoamérica. Delacoste, un estudioso de las derechas políticas, asegura que “no es que haya derechas más radicales y derechas más moderadas, sino que lo que hay son intereses oligárquicos que según la situación política toman formas más violentas o más republicanas. A veces les conviene más la república y a veces más la dictadura”. En cuanto al fascismo, explica que hay dos formas de entenderlo, una histórica y otra conceptual. Visto desde el historicismo, este se terminó cuando fue derrotado el Eje en la Segunda Guerra Mundial y, por lo tanto, sólo serían fascistas aquellos que reivindican al Eje. Mientras tanto, conceptualmente “podríamos llamar fascismo a cualquier movimiento conservador, nacionalista, que usa a la dictadura y a la violencia política con un componente importante de movilización de masas para fines políticos contrarrevolucionarios”. Dicho esto, Delacoste interpreta cómo esta ola afecta nuestro país.

El primero de este mes se relanzó la lista 123, ¿qué origina la vuelta del autoritarismo en Uruguay?

-Habría que preguntarse si en algún momento se fue. El pachequismo no fue el gran gestor de la dictadura pero fue aliado, y de alguna manera u otra, actuó en un momento de autoritarismo civil en un período de intensa lucha de clases a finales de los sesenta.

Es evidente que lo que ellos quieren (los que impulsan Vivir sin miedo) es una sociedad en la cual el orden se imponga por la fuerza.

Lo interesante de las medidas prontas de seguridad, que son un estado de excepción que habilita la legislación uruguaya, es que simulan un combate a la inseguridad, básicamente de las rapiñas, pero en la memoria política tanto de izquierda como de derecha, se sabe que esas medidas en Uruguay siempre se usaron por razones políticas, sea contra conflictos sindicales o contra opositores políticos. Y eso es algo muy importante, porque de lo que hablamos en realidad es del retorno de la cuestión de la subversión y de la violencia política.

-¿Y si nos remitimos a la campaña “Vivir sin miedo” de Larrañaga?

-Es evidente que lo que ellos quieren es una sociedad en la cual el orden se imponga por la fuerza. Tienen un diagnóstico de que hemos caído en el caos porque se ha tenido pudor para aplicar la autoridad. En sus discursos, todo el tiempo dicen que ellos no tienen ningún complejo en hacerla cumplir, eso lo que quiere decir es aplicar violencia, pura y llana. Yo estoy convencido de que la gente que vota eso lo hace porque quiere violencia, pero quizás no se da cuenta de que se le va a volver en contra, porque uno piensa que la violencia siempre va a ser aplicada a otro.

La redistribución, por ejemplo, es considerada por la ideología neoliberal como lo mismo que el robo, y eso une a la izquierda con la delincuencia. Esta represión de la derecha encuentra raíces en la historia uruguaya y sobre todo en las derechas más radicales de otros lugares del mundo que están teniendo buenos resultados.

-Sin embargo, si hablamos de militarización, en ningún lugar funcionó y de todas formas está muy presente en esta campaña electoral.

-Hace tiempo que se viene hablando de cuál va a ser el rol de los militares en la represión del delito, a su vez han asumido más funciones civiles como en el Sistema Nacional de Emergencia (SINAE) y eso se ha discutido muy poco. En el mundo están apareciendo dos tendencias diferentes: la intervención de los militares en cuestiones internas y la aparición de policías militares o guardias especiales, que básicamente son militares, y que se relacionan con el crimen organizado, el dominio del Estado del territorio, la vigilancia y otros factores. Lo que es seguro de todo esto es que la idea no es reducir las rapiñas callejeras, los fines son más macro y políticos. Si fuera la cuestión del crimen organizado, hay que tener en cuenta que estos tienen siempre una connivencia con las fuerzas represivas, el ejemplo más tremendo es México, y ni qué hablar ahora del caso de Río de Janeiro en Brasil.

-Cada vez hay más movimientos organizados en busca de un retroceso de derechos consagrados para determinados colectivos, no solo con la juntada de firmas para derogar la Ley Trans sino también con marchas en contra de la interrupción voluntaria del embarazo. ¿Cuál es el punto de contacto?

-Desde el punto de vista conceptual, la derecha es la defensa política de las jerarquías sociales, entonces en la medida de que la derecha defiende esas jerarquías evidentemente va a defender a la masculinidad hegemónica, a la heterosexualidad, a la familia tradicional y también a las instituciones jerárquicas y violentas como el Ejército, con la consigna de que cada quien haga lo que le corresponde y al que no, le damos un palazo.

Desde una visión más histórica, es la aparición en el escenario local de una alianza entre sectores de derecha y la iglesia evangélica de Estados Unidos, que llevó a la presidencia a (Ronald) Reagan y (George H. W.) Bush. Esa derecha más radical, de mano dura y políticas represivas, surge a finales de los setenta y principios de los ochenta como una reacción a los diferentes movimientos radicales o reformistas de 1960, es decir, tanto el liberalismo socialdemócrata del New Deal, como el movimiento de los derechos civiles negros, el feminismo, la liberación homosexual (gay liberation movement) y los hippies.

-¿Cuál sería el papel de la iglesia actualmente?

Desde que existen movimientos revolucionarios modernos a partir del siglo XVIII, las grandes instituciones religiosas intentan ir en contra de eso. En Uruguay estamos muy acostumbrados a pensar que la iglesia es parte de la reacción y el progresismo es ateo, y eso tiene que ver con la historia del batllismo, pero tiene sus problemas. Primero, porque existe la teología de la liberación; segundo, porque durante la dictadura en nuestro país hubo muchos religiosos que tuvieron posturas importantes en la resistencia; tercero, porque perfectamente uno puede hacerle una crítica al capitalismo por razones religiosas y morales, y no solo por razones sistémicas, digamos marxistas.

Muy de cerca hay que estudiar a las iglesias evangélicas, protestantes o pentecostales, que con estructuras empresariales y propaganda moderna, se inmiscuyen en la política y generan lo que en Estados Unidos llaman “guerras culturales”

Esto no quita que una de las grandes columnas vertebrales de la derecha contemporánea son las iglesias, y los sectores de derecha de la Iglesia Católica. Muy de cerca hay que estudiar a las iglesias evangélicas, protestantes o pentecostales, que con estructuras empresariales y propaganda moderna, se inmiscuyen en la política y generan lo que en Estados Unidos llaman “guerras culturales”, es decir, disputas políticas en torno a cuestiones como el matrimonio gay, el aborto y más, movilizando fracciones conservadoras de clase media para evitar que la izquierda penetre en estos sectores.

A poco más de tres meses de que Jair Bolsonaro asumiera la presidencia de Brasil, ya perdió 19 puntos de aprobación ¿Qué lleva a este arrepentimiento tan rápido?

-Si vos hacés una campaña mintiendo, la gente piensa que vas a hacer algo que no vas a hacer. Los discursos públicos de estas ultraderechas suelen ser estatistas, nacionalistas, uno podría ver por detrás cierta preocupación por los pobres, cierta idea de intervención del Estado, y confundirse ideológicamente, pensar que esta gente es populista, conservadora, pero en el fondo popular y que le están hablando a los deseos de las grandes mayorías. Sin embargo, eso es una lectura muy peligrosa porque la historia reciente de América Latina nos demuestra que este tipo de movimientos lo que termina haciendo es tercerizando sus políticas económicas a cuadros neoliberales. No olvidemos que el ascenso de Bolsonaro fue una respuesta muy emocional, un voto protesta en contra de la corrupción del sistema político y en particular contra la corrupción del PT (Partido de los Trabajadores). Lo que quiero decir es que candidatos que ganan por el voto protesta son más débiles que aquellos que tienen un proyecto político a más largo plazo, por el que la gente votó a favor.

-¿Este vaivén entre derecha, ultraderecha, fascismo, vino para quedarse?

-El futuro siempre está en disputa, si esta gente triunfa o no triunfa dependerá de las fuerzas que construyan quienes se le opongan y de la que ellos logren construir. Pueden ser derrotados, ya lo han sido. Aunque sus fuerzas están creciendo, hay algunas estrategias que usaron en el pasado que son menos efectivas de lo que se pensaba, un ejemplo es el “No a la baja”, que fue un gran triunfo de las fuerzas que se opusieron a la baja de la ley de imputabilidad.

El futuro siempre está en disputa, si esta gente triunfa o no triunfa dependerá de las fuerzas que construyan quienes se le opongan y de la que ellos logren construir. Pueden ser derrotados, ya lo han sido.

Sin embargo, poco tiempo después del triunfo electoral, el gobierno del Frente Amplio estaba nuevamente aumentando penas y cinco años después nos enfrentamos a un plebiscito con características parecidas. Hay que pensar con detenimiento cómo se crean estrategias políticas que desequilibren esto que parece una tendencia inevitable, porque en política no hay tendencias inevitables.

-Judith Butler, filósofa norteamericana, estuvo recientemente en Argentina y manifestó que “el feminismo está en la mejor posición para ser el movimiento que enfrente al fascismo”. A su vez, el lema de la Intersocial Feminista de este año fue “ante el fascismo más feminismo”. ¿Qué rol juega el feminismo ante la ola conservadora?

-Esa es una pregunta que tiene que hacerse el propio feminismo, no soy yo quien pueda responderlo. Hoy te decía que la derecha es la defensa política de la jerarquía social, y una de las grandes estructuras jerárquicas de nuestra sociedad es el patriarcado; por ende, si alguien se propone derrocarlo, los primeros obstáculos que se puede encontrar son la derecha política y por supuesto la ultraderecha, entonces es lógico lo que dice Butler. Cuando ganó (Donald) Trump en Estados Unidos, el que primero reaccionó haciendo movilizaciones de masas fue el feminismo, y en Argentina ocurrió lo mismo con (Mauricio) Macri. Hay que tener en cuenta también que todo discurso reaccionario tiene una contracara que reivindica al sujeto subalterno; todo ese eslogan de “femeninas sí, feministas no”, ese supuesto rol social que la mujer tiene que cumplir, obviamente el feminismo es quien tiene que quebrar eso.

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