Únicamente un 23,3 por ciento de mujeres representan a sus sindicatos en la sede ubicada en la calle Jackson. Sólo ocho mujeres se sientan entre 35 hombres en la Mesa Representativa para discutir sobre el derecho de los trabajadores. Pero las mujeres sindicalistas no callan.

La Intersocial Feminista se subió por primera vez al estrado y exigió, entre otras cosas, que la desigualdad en los ámbitos decisivos debe acabar. Porque ya no es “asunto de cantidad, sino de derechos”, proclamaron las representantes feministas Milka Sorribas y Soledad González. Para que esto ya no sea sólo discurso, “sino una realidad”

Ponelo en cifras

Pero si de realidad hablamos, la cantidad sí importa. Aunque tengan más peso los derechos conquistados y a conquistar, los números resaltan la desigualdad.

Hoy, de las 103 sillas, sólo 23 las ocupan mujeres. En los últimos 20 años la relación en la Mesa Representativa varió de forma irregular. En 1998, con un tope de 18 por ciento, comenzó a declinar y durante el inicio del siglo XXI no alcanzaba un índice mayor a 10 por ciento.

El Secretariado Ejecutivo también sufrió desniveles y, aún en 2013, según constató Niki Johnson en “Mujeres en cifras. El acceso de las mujeres a espacios de poder en Uruguay”, contaba con una sola mujer. Las cifras aumentaron significativamente en un corto plazo. Tras el XII Congreso de 2015, y ante la constatación de que no iba a haber ni una sola mujer en el Secretariado, se consideró elemental incorporar representantes de las secretarías de Género, Equidad y Diversidad, del Departamento de Jóvenes y de la Secretaría de Derechos Humanos. Pero las representantes no han aumentado en los últimos tres años y el porcentaje de 18,6 se mantiene desde 2015.

No obstante, la activista feminista Soledad González destaca que sí es de merecido reconocimiento que luego de diez años se haya alcanzado la mayor cantidad de mujeres representantes dentro del Secretariado Ejecutivo, donde hoy siete mujeres sindicalistas se sientan a dialogar a la par con 18 hombres. Un logro alcanzado, sin duda, pero un techo de cristal que no deja mirar a más.

En cuanto a sectores, los de la salud y la educación son los que tienen mayor cantidad de integrantes mujeres, y son estas también las que alcanzan mayores niveles educativos, según un informe comparativo que se realizó en el marco del XII Congreso. Un 63 por ciento de las mujeres alcanzan niveles universitarios o terciarios, mientras que menos del 30 por ciento de los hombres culmina nivel terciario, universitario o de UTU.

Por tanto, ¿por qué siguen siendo relegadas?

Dónde estaban las mujeres

“Las mujeres fuimos protagonistas. Y pensar que se dice que el sindicato es ‘cosa de hombres’, ¿Y las mujeres, qué? ¿Por qué no están en la foto?”. En su libro “Y las mujeres ¿dónde estaban?”, María Julia Alcoba repasa sus años de adolescente como obrera textil y sindicalista. Los sindicatos se fueron armando desde adentro, con muchas mujeres a la cabeza, pero a la hora de llegar a la escalinata del Parlamento debían quedarse sentadas en el mármol.

Pero estaban ahí. Fuera de la foto, pero ahí. En los arrozales mientras sus maridos hacían huelga en la ciudad, en los cultivos de caña en el norte, en las fábricas textiles y las de caucho. En los paros, en las huelgas, en las marchas, acampando en la escalinata del Palacio Legislativo. Haciendo ollas comunitarias, perdiendo zapatos, mechones y compañeros en enfrentamientos con los antihuelgas. Pero no aparecían en las fotos de los medios. Los hombres sí, en las discusiones parlamentarias, en las marchas. El problema es que se incorporaron a un sistema ya establecido para los hombres, quienes estaban acostumbrados a la dinámica de la vida pública y social. Un sitio donde la mujer corría contra las agujas del reloj, contra el cansancio de las largas jornadas, del cuidado de los niños, de los quehaceres del hogar. Mientras sus maridos apoyaban el sombrero en la barra del bar de la esquina, codo en la madera, para hablar de sus problemas laborales con sus compañeros. Y las mujeres entraron así, “ de cabeza y sin pedir permiso, igual que entré en la vida”, recuerda Alcoba.  

Manifestación de obreros textiles. Foto: CdF

Los movimientos sindicalistas y la equidad de género se afianzaron con la corriente batllista de principios del novecientos. La mujer se apartó del ámbito doméstico para conseguir trabajo en las fábricas. Sin embargo, no tenían el mismo salario ni los mismos beneficios que sus compañeros, y se les hacía difícil hacerse oír. Así que alzaron la voz. Desde 1905 con la huelga de costureras, desde su participación en el primer congreso de la Federación Obrera Regional Uruguaya (FORU) en reclamo de las ocho horas. Hablaban sobre el bullicio de las máquinas, compraban libros, eran universitarias, escribían en sus diarios, se divorciaban por elección propia. Crearon el Consejo Nacional de Mujeres, la Unión de Telefonistas, la Alianza Uruguaya. Se movilizaban por sus derechos y se unían. Pelearon por tener voz y voto, y sobre todo voto.

En la década del treinta, en medio de la crisis económica y el golpe de Estado de Terra, con el apoyo del movimiento feminista internacional, se lograron medidas de protección a la maternidad y la prohibición del trabajo nocturno para las mujeres. Dentro de las fábricas, las mujeres empezaron a formarse como sindicalistas. Entre todos los relatos que incluye Alcoba en su libro, aparece la descripción del proceso del sindicato textil desde sus inicios, en el que las mujeres peleaban codo a codo con sus compañeros. En 1956 Alpargatas, Paylana y textil Juan Lacaze se les unieron y constituyeron el Congreso Obrero Textil como sindicato único del rubro: fue el primero en obtener “igual trabajo, igual salario”. Iniciaron la huelga en la Fábrica Uruguaya de Neumáticos Sociedad Anónima (FUNSA) y de las trabajadoras de los frigoríficos que, tras ser apartadas de la huelga de hambre, acamparon por su cuenta en la escalinata del Palacio Legislativo. En los campos de caña, las tomateras y los arrozales. En Treinta y Tres y fuera de la huelga masculina de la ciudad, con las botas en el barro, peleando contra el cuerpo policial, parando la salida de los camiones, pelearon por sus tierras. Y ganaron. Con la crisis de los años sesenta, las trabajadoras apagaron las máquinas, ocuparon sus fábricas y se turnaron para cuidar a sus hijos y hacer la labor doméstica, para seguir defendiendo la industria nacional ante la continua clausura de fábricas y creciente exportación de materia prima.

Durante la dictadura cívico-militar de 1973-1985 aumentó la crisis, se dio una entrada masiva de las mujeres a otros sectores de producción, se incrementaron las horas de trabajo, pero cayó el salario. En el ’85, cuando la democracia se reinstalaba, bajo los Consejos de Salarios se eliminó la categoría de “trabajo femenino”. La Concertación de Mujeres, conformada por diversas agrupaciones que resistieron a la dictadura, le solicitó a la Concertación Nacional Programática (CONAPRO) que conformara una mesa de análisis de la “condición de la mujer”. El pedido fue postergado hasta diciembre -cuando finalmente se conformó la mesa- porque no era de suma importancia ni de “interés público”.

La fuerza policial no las dejaba marchar en el 8 de Marzo ya que su protesta sindical y política “alteraría el orden público”. En 1985, en democracia pero con compañeras aún presas, se congregaron miles alrededor de la Cárcel Central y la Plaza del Entrevero. El año siguiente se realizó el Primer Encuentro de Trabajadoras del PIT CNT, en el que reflexionaron sobre la situación de la mujer en lo laboral y acordaron reclamos concretos como la equidad salarial y la capacitación laboral, además de plantear estrategias de movilización en los sindicatos, los barrios y un plan de trabajo para el siguiente 1° de Mayo.

En el VIII Congreso del PIT-CNT de 2003, el Departamento de Género y Equidad argumentó a favor de la aprobación de incorporar cuotas para asegurar que las mujeres ocuparan cargos de definición. Pero dicha estrategia aún ahora no se aplica. Los integrantes del Secretario Ejecutivo son electos por la Mesa Representativa, quienes son designados por cada sindicato participante. De esta forma, la única posibilidad de aumentar el porcentaje de mujeres en los órganos de decisión del PIT CNT es la aplicación de cuotas al interior de cada uno de los sindicatos.

Este último 1° de Mayo las banderas flameaban en todos los rincones, las pancartas invitaban a conocer a los diferentes sindicatos uruguayos que, un año más, caminaban a la plaza de los Mártires de Chicago para hacerse oír. Este 2019 trajo una nueva voz: la feminista. No es la primera vez que se vio una mujer tomar el estrado sindicalista. Pero sí la primera que se presenció al feminismo dentro del discurso oratorio que inundó la mañana otoñal. El feminismo formó parte de la voz sindicalista y pronunció: “Vinimos para quedarnos”. 

A lo largo de nuestra escueta historia, en la que la mujer siempre estuvo presente en el ámbito laboral, sigue pareciendo “insólito” que un par de activistas suban a reclamar los derechos faltantes en un acto del 1º de Mayo. Pero aún más rechina los dientes patriarcales que se “legitime” la palabra a un discurso hilvanado por el feminismo.

El machismo, al buzón de quejas

La Intersocial Feminista surgió en 2016 tras la iniciativa internacional de realizar un paro total de mujeres el 8 de Marzo. Los colectivos Ovejas Negras y Cotidiano Mujer se reunieron con el PIT CNT y le propusieron unirse. La instancia es el puntapié para que diversos colectivos se unan y la Intersocial se conforme. Es por ello, alude González, que no es novedad que el feminismo se encuentre en el acto del 1° de Mayo, ya que múltiples mujeres de diversas áreas y sindicatos participan en ella. “En Uruguay el vínculo de los movimientos sociales con la sindical es muy antiguo y bastante fluido”, explica. Fue al PIT CNT a donde acudieron ya que, a diferencia de lo que ocurre en otros países, en Uruguay los paros siempre son de los sindicatos.

Pero el paro total de mujeres no se ha alcanzado. Un paro que, aclara González, al reclamar mucho más que condiciones laborales, excede a los sindicatos, pero los incluye. Uruguay es el país más avanzado en ese sentido, ya que 2019 fue el primer año que los sindicatos tuvieron total libertad de decidir si se adherían o no al paro de mujeres de 24 horas. El feminismo como movimiento se ha ido infiltrando en las filas sindicales y la activista destaca que se han incrementado las compañeras que le han ido “perdiendo el miedo” al feminismo porque “se dan cuenta de que las cosas que denunciamos las vivimos en carne propia”, algo que forma parte del proceso de una discusión política que hay que dar.

El presidente del PIT CNT, Fernando Pereira, en su intervención del acto del reciente 1º de Mayo, aludió a que ellas han sido un pilar fundamental para los cambios en los últimos años y para democratizar el movimiento sindicalista. Que si bien les llevó mucho tiempo, pudieron contemplar el machismo instalado dentro del PIT CNT y llegar a sentir “vergüenza de detectar que eran pocas las sindicalistas afiliadas”.

Sin embargo, aunque el PIT CNT se haya unido a varias luchas feministas, González no niega que siga siendo una institución machista. Que hay mujeres sindicalistas y feministas dentro, las hay. Fueron estas quienes propusieron la participación de la Intersocial Feminista en el acto, y quienes tuvieron que afrontar las críticas y las quejas. Esto motivó que la agrupación armara un discurso plagado de reclamos en pos de los derechos de las mujeres y que ellas fueran al estrado del acto sindicalista con tanto énfasis. “Si les molesta la Intersocial, les debería molestar desde hace mucho, porque el PIT CNT la integra desde el inicio. Pero como en Uruguay el machismo no es explícito, ante la pérdida de poder, el patriarcado pataleó”, considera González, y agrega: “Es importante que hoy haya cinco mujeres más (en el Secretariado), que el presidente del PIT CNT haga autocrítica. En tiempos históricos, un año o dos no significan nada. Cosecharemos mejor en cinco o diez años. Miraremos atrás y veremos que avanzamos”.

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