Desembarcó en Uruguay con una estrategia clara y campañas estudiadas. Comenzó por generar expectativa −con la repetida pregunta “¿quién es Juan Sartori?”−, luego asistió a los medios de comunicación tradicionales y, finalmente, recorrió el interior del país.

Sartori no era conocido en el mundo de la política pero ya se manejaba en el universo deportivo como dueño de un cuadro inglés. Y, en Uruguay, existe una larga historia de dirigentes de fútbol que usaron este deporte como trampolín a la política. Ejemplo de ello es el presidente Tabaré Vázquez.

“Es normal que la ciudadanía demande renovación. Pasó siempre, de elección en elección, a lo largo de la historia”, expresa el politólogo Adolfo Garcé, en referencia a la novedad de Sartori. Considera que es tan grande la frustración que han generado los últimos representantes del país entre los ciudadanos que el interés por la política se está perdiendo junto con la popularidad de los principales líderes. Parece evidente que con este panorama un joven que llega de afuera con promesas claras, carisma y dinero pueda hacer que las esperanzas resurjan.

Si bien no es el primer empresario que participa en política en el marco de los partidos tradicionales, lo sorprendente es que ingrese a ella con la aspiración de ser presidente. Sin embargo, los analistas encuentran una explicación para este hecho. “Hay un desgaste de la imagen que tienen los líderes habituales del sistema político, los niveles de desaprobación son altos, más si los comparamos con otras instituciones como las Fuerzas Armadas, la Policía o los bancos. Esos lugares que están desgastados son ocupados por figuras nuevas” que provienen de otros sectores, como Sartori, Ernesto Talvi o Guido Manini Ríos, analiza el director de Factum, Eduardo Bottinelli.

Esto ocurre en un momento en que la confianza ha caído y para recuperarla se necesita de mucho esmero. Para el electorado la pregunta es si vale la pena dar otra oportunidad o si será mejor apostar a algo nuevo. “Los partidos políticos cada vez tienen menos identidad, se están convirtiendo en la institución menos valorada y esos son factores que se han ido agravando con el paso del tiempo, especialmente en los últimos dos años”, expresa el politólogo Mauro Casa, que concluye, en concordancia con Bottinelli, que esto “abre una brecha para que una persona sin trayectoria política pueda tener cierto atractivo para algunos votantes”.

El fenómeno Sartori viene a responder a ese vacío en un contexto internacional en que aparecen casos similares como el de Mauricio Macri, Jair Bolsonaro o Donald Trump, y en que aparecen figuras de la televisión como presidenciables, como en el caso del conductor Marcelo Tinelli, que se plantea ser candidato. Es tan particular lo que acontece que incluso políticos de larga trayectoria del Partido Nacional y algunos frenteamplistas conforman el equipo de Sartori.

Lo que hay detrás

Los titulares de algunos portales mencionaban hace dos meses que Sartori no supo responder cuánto es el desempleo ni el salario mínimo. Se referían a la entrevista que le realizaron en el programa “En la mira” de VTV con la que quedó expuesto ante todo aquel que se tomó 30 minutos para escucharlo. Garcé, panelista del programa, aclara que la entrevista “lo debilitó entre la élite informada que, por definición, es una ínfima minoría. Pero no lo debilitó” en el elector promedio. Por su parte, el politólogo Gabriel Delacoste opina que “quedó como alguien bastante ignorante, pero hoy en día a los ignorantes parece irles bien en la política”.

En buena medida, gracias a la necesidad y credibilidad del electorado menos informado, Sartori se convirtió en un fenómeno. Para Casa es muy difícil definir su perfil político: “no se puede evaluar por sus ideas porque pareciera no tener demasiadas y, si tiene, prefiere no hablar. Elige decir generalidades, juicios muy vagos, como que hay que aliviar la carga tributaria o que va a generar 100 mil puestos de trabajo sin explicar cómo”. Garcé lo describe como “un político ideológicamente liberal, con un discurso market-friendly”, es decir amigable con los mercados. Sin pelos en la lengua, Delacoste establece que “Sartori pareciera ser un neoliberal de derecha ortodoxo que no tiene nada novedoso para mostrar, nada que no hayamos visto en Uruguay”.

Una interna reñida

Según la última encuesta de Factum, Sartori supera al también precandidato nacionalista Jorge Larrañaga en la interna blanca. “Larrañaga es un líder potente, un caudillo clásico, de manual. Pero se le nota el desgaste de tantos años de protagonismo político”, manifiesta Garcé. Los politólogos ven incluso al Interior, antiguo terreno de Larrañaga, como un campo en disputa. Delacoste considera que “es evidente que Sartori tiene un vínculo directo con un híper mega millonario ruso con dinero de dudosos orígenes y que la plata puede comprar una muy buena campaña electoral”. Por su parte, Bottinelli expone con firmeza que “no es que Sartori le esté ganando a Larrañaga en el interior del país”, sino que allí tiene la competencia del grupo de intendentes, que la elección pasada estuvo con él.

Claro está que las campañas, las estrategias y el buen asesoramiento político de Sartori lo han hecho crecer en todo el país y “esto se debe a su enorme fortuna, así como a la falta de control que hay en Uruguay para regular la relación entre dinero y política. Tiene que ver con la debilidad de la ley de financiamiento de los partidos políticos”, declara el politólogo Casa a Sala de Redacción. A esto se le suma que, días atrás, el diario El Observador destacó que el empresario es asesorado por el panameño Avidel ViIlareal y el venezolano Juan José Rendón, conocido como “el mago de la propaganda negra” y un especialista en “rumurología”.

De todas formas, aún existe incertidumbre respecto a los resultados de junio porque continúan los movimientos en la interna y, al ser una elección no obligatoria, el aparato partidario −con el que cuenta Larrañaga− puede resultar determinante.

FacebookTwitter